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El Sevilla firma la ruina del Barça

Un gol en propia puerta de Sergi abrió el camino del triunfo

El Sevilla firmó la ruina de la era del Barça de Johan Cruyff. El tetracampeón acabó humillado en el Sánchez Pizjuán y así se lo declaró la grada "Adiós, Barcelona, adiós" cantaban los Ultras Biris sevillistas. El equipo de Luis remontó, a base de ilusión y entrega, un partido que a los diez minutos perdía por 0-1. El 4-2 fue el mejor colofón que los aficionados podían imaginar para acabar una semana de Feria, con olés, y con la ola en la grada.

Llegó el Barcelona a Sevilla con la misión de apuntalar al menos su plaza en la UEFA y se fue con una nueva crisis en vísperas de su visita a La Coruña. El Barça de ayer evidenció todos los males que le han acompañado en esta Liga. Los goles los hacen los defensas, que se muestran más efectivos en ataque que en misiones de retaguardia, donde hacen agua. El centro del campo sólo triangula hacia atrás, presiona andando y no es capaz de asistir en vertical a sus delanteros ni de construir nada parecido a lo de los últimos cuatro años. Y en ataque: el olfato de gol -por el de Stoichkov- se pierde o no existe cuando la mente está en otros estadios y no se siente el apoyo del resto del equipo. Así le pasó ayer al búlgaro, perdido en una banda, escoltado férreamente por Martagón o Cortijo. Salvo en la jugada que propició el penalti transformado por Koeman, Hristo fue un alma en pena deambulando por la hierba.

Para colmo, Hagi, que volvió al equipo y al que Cruyff le dio entrada tras el descanso (2-1 registraba ya el marcador), apenas correteó 10 minutos por el Sánchez Pizjuán antes de lesionarse de nuevo. Dos desgracias más se sumaron a la caída del imperio blaugrana: Julen Lopetegui sale goleado cada vez de debuta. Le pasó en la Copa con el Atlético y ayer, en su primer encuentro liguero como titular" repitió goleada en su propio marco.

Frente a este Barça en ruina, el Sevilla puso la entrega y la ilusión que necesita un equipo que aspira a una plaza europea. Luis optó por un equipo de obreros y construyó el mejor once de casa con Marcos, Paz, Moya y Soler construyeron un eje al que no le faltaron ni ganas, ni acierto, ni kilómetros por recorrer.

Pero la verdadera revolución del Sevilla de ayer la provocó Monchu. El asturiano llegó a Sevilla con aspiraciones de goleador hace tres temporadas, pero tenía como aval sólo dos goles. Ayer duplicó su marcador. El primero, en un mano a mano con Lopetegui. El segundo, de pañuelos, con una volea en semichilena que hizo saltar la grada. La guinda la puso Soler, el lateral izquierdo en mejor forma de la Liga. Su gol, todo un ejemplo de entrega al culminar una jugada tras 40 metros de galopada.

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