La ayuda a los países pobres no favorece su desarrollo
El futuro de los países pobres puede ser más negro todavía. Todo el debate sobre la necesidad de transferir más recursos a los países subdesarrollados -simbolizado en el 0,7% del PIB- tropieza con el escepticismo de destacados economistas. La frialdad de sus análisis les lleva a conclusiones muy pesimistas. "La ayuda no aumenta ni la inversión ni el crecimiento. La mayor parte de las ayudas se destina a aumentar el tamaño de los Gobiernos y a elevar la renta de las élites dominantes. Los pobres no reciben nada". Según estos expertos, las únicas ayudas provechosas son aquellas que reciben directamente los afectados, que en general se canalizan sin la mediación de los, Gobiernos. En este aspecto coinciden plenamente con las organizaciones no gubernamentales (ONG). Afirmaciones muy contundentes que seguramente no serán compartidas por otros expertos, Estas sorprendentes conclusiones son el fruto del trabajo presentado por Peter Boone, profesor de la London School of Economics, en el congreso celebrado la semana pasada en Barcelona, organizado por el Centro de Investigación en Economía Internacional (CREI, Centre de Recerca en Economia Interriacional) de la Universidad Pompeu Fabra y la Universidad de Harvard.
Democratización y crecimiento
Las conclusiones de Boone encontraron un franco respaldo entre buena parte de los cincuenta economistas asistentes al encuentro. El congreso ha analizado los últimos estudios sobre el crecimiento económico y su relación, con el grado de democratización de una sociedad y la regulación de los derechos de propiedad. Entre los asistentes figuraron destacados economistas como Mancur Olson y Robert Barro, que trabajan en la teoría del crecimiento económico y sus relaciones con la formación, la fiscalidad y las infraestructuras.
Peter Bonne, que ha analizado un total de 96 países receptores de fondos, proporcionó algunos datos impresionantes. En los países menos desarrollados, el 60% de la población más pobre recibe el 26% de la renta. Si un país recibe una ayuda igual al 10% de su PIB (producto interior bruto) y si toda la ayuda fuera destinada a la mayor parte de la población con menores ingresos, la renta de este grupo podría aumentar en un 38%. Ello podría significar una reducción de la mortalidad infantil del 20%. En cambio, sus observaciones señalan que en estos países la mortalidad infantil sólo cae entre un 2% y un 3%. "Ello revela que los pobres reciben muy poco del programa de ayudas".
Añadió también que no había observado ninguna variación en el impacto de las ayudas por el hecho de que los receptores fueran países democráticos y dictaduras. Aunque reconoció que en los países democráticos la tasa de mortalidad infantil era inferior en un 30% a la de los países menos libres.
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