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Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

La boda

He leído con interés en EL PAÍS del domingo 19 de marzo de 1995 las razones de Julio Anguita para no acudir a la invitación de la Casa Real con motivo de la boda de la infanta Elena. También, los artículos Vocación de sainete, de Rosa Montero, y Una estampa sepia, de Manuel Vicent. No tenga dudas la periodista de que estos reyes que suben a las carrozas sabrán ocupar (lo han demostrado ya) sus oficinas, y su papel al frente de la democracia.Con respecto al señor Vicent, pedirle que se quite la toga. Muy dura su frase: "Allí donde el amor confluye con la ambición". ¿Tanto conoce al señor De Marichalar? ¿No lo conocerán mejor sus majestades los Reyes, la infanta Elena? Por suerte, el pueblo sabe lo que siente, y no tengan dudas, los tres, el político y los dos intelectuales, que en ningún momento el pueblo olvidó sus penas, el paro, la pobreza, los indicios de corrupción...

Y ya que Rosa Montero pide que alguien le explique cómo han podido ocuparse tantas páginas con esta noticia, ella, mejor que nadie, debería saberlo. No ha sido para tapar el caso Roldán, ni el caso GAL, ni otros, ha sido para dar a la Corona su apoyo, y su confianza a una institución votada y respaldada por los españoles; cuyo Rey hizo una gran demostración de liderazgo democrático un 23-F.- María del Pilar Alberdi Zubizarreta.

La boda

Aun a costa de ir contracorriente o pasar por aguafiestas, me permito disentir del tinglado montado a propósito de la boda de la Infanta. Cuando muchas ilusiones quedaron manzilladas en el lodazal de la incompetencia y de las corruptelas de nuestros políticos, o sacrificadas en aras del consabido ajuste económico -que, por cierto, siempre nos ajusta a los mismos-, es difícil instalarnos de golpe y porrazo nen el "érase un país de las mil maravillas, donde prícipes de todos los rincones montaban en carrozas imposibles en medio del bullicio y la algarada de un público feliz de ser sus súbditos".Emisoras de radio y televisión, prensa de todos los colores, no paraban de contarnos la historia. Mas el tópico llega hasta la náusea cuando quieren instalar en él.

Ahí queda mi queja y mi protesta.- .

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