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Vivir con el islam

( ... ) El integrismo islámico es una fuerza benigna que ofrece un esqueleto moral a un mundo que ciertamente lo necesita. Pero el lado positivo se ve a menudo eclipsado por el negativo.Tomemos, por ejemplo, a un terrorista islámico y, a lo mejor, resulta que fue entrenado por la CIA para combatir a los rusos en Afganistán; el movimiento islámico Hamas, en Palestina, fue alimentado por Israel como contrapeso a la OLP; los Hermanos Musulmanes de Egipto fueron ayudados por Anuar el Sadat para oponerse a los izquierdistas; por no hablar del más intolerante de todos los regímenes islámicos, Arabia Saudí, amigo y aliado de Occidente. ( ... )No puede lucharse frontalmente contra la irrupción de la violencia integrista: todo lo que suene a cruzada sería contraproducente.( ...)

Occidente debería apoyar la alternativa de absorber en el cuerpo político a los movimientos disidentes. Ello lleva consigo riesgos, pero el mayor de todos es cuando un país trata de llegar a un arreglo con el radicalismo islámico para luego,, pensándolo mejor, tratar de. destruir lo que un día toleraron. ( ... )

El fundamentalismo islámico no es como él comunismo, algo a lo que oponerse con uñas y dientes. Quizás se parezca más al socialismo, un ismo con muchas facetas; algunas, perfectamente compatibles con la democracia liberal; otras, más hostiles, y algunas, frontalmente opuestas a ella. Vivir con el islam requiere discernimiento y vigilancia.

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