Tromba vestida de azul

El Oviedo le hizo un descosido a la Real Sociedad en 20 minutos trepidantes, los que siguieron al gol de Oli que abrió el marcador. Hasta entonces, el equipo donostiarra había sabido controlar el juego con relativa comodidad.La primera oportunidad del equipo local, que Rivas desperdició al enredarse con el balón cuando sólo tenía que empujarlo a gol, fue como el toque del cornetín de órdenes en el bando local. En realidad, el toque fue de carga e hizo que la Real se esfumara, abrumado el equipo por una repentina tromba vestida de azul.Si hasta entonces todo el juego se había librado en 30 metros de campo, con las dos defensas muy adelantadas y frecuentes atascos en la zona ancha, el Oviedo cambió repentinamente el decorado. Ofreció un repertorio incontestable. Prosinecki volvió a tomar la batuta y hacer esas cosas grandes que en él ya han empezado a ser frecuentes en su exilio. El modo en que fabricó el segundo gol, una apertura hacia la banda con precisión de relojería, fue lo mejor del partido.El Oviedo lo tenía todo hecho para la segunda parte. Dejó que la Real abriera líneas y que mostrara su propia falta de resolución y se armó para él contraataque. Para los azules fue como coser y cantar. Todo el interés estaba en aventurar cuantos balones perdidos por los donostiarras en zona de nadie servirían para acabar sembrando el pánico ante la portería de Alberto.

El Oviedo perdió un número incontable de opciones para alcanzar la goleada, tomándose la licencia de adornarse demasiado. Así fue salvando el tipo la Real hasta que Jokanovic pescó un balón rebotado a boca de gol e hizo el 3-0, con la sangre fría de los artistas. Antes de meter la pelota en la portería bien podía haber hecho ademán de quitarse la montera para brindar el gol.Son para el Oviedo diez partidos sin perder, pero lo noticiable no es la racha encadenada sino la forma en que la está consiguiendo. En su campo, donde apenas se ha dejado sorprender en toda la Liga, está ganando los partidos con una solvencia incuestionable.