_
_
_
_
_
Tribuna:
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Broncas

Dos jugadores del mismo equipo se enzarzan en una discusión en mitad del campo después de una dudosa decisión táctica de uno de ellos. Nada nuevo, sobre todo en el Madrid. Lo que hace singular a esta guerra dialéctica es su intensidad. Los dos protagonistas están a un paso de un contacto físico en toda la regla y siembran el estupor hasta en el equipo contrario y los árbitros. Biriukov, el capitán, elije el peor momento para un merecido reproche. Final de partido, marcador adverso, televisión como testigo. Antúnez, el puching-bol del equipo, reacciona de mala manera, harto de las habituales recriminaciones que recibe no sólo de Biriukov, sino también por parte de Sabonis, Martín, o el técnico Obradovic. Es evidente que dos jugadores no protagonizan un espectáculo como el de León si no hay una truculenta historia detrás, pero la evidente incompatibilidad del base con sus compañeros más ilustres y veteranos es demasiado vieja y aburrida como para insistir en ella. Resulta y resultará una carga para todos los protagonistas, y lo peor es que no tiene solución.Yendo hacia aspectos mas genéricos, hay que defender que en un deporte profesional las broncas públicas entre componentes del mismo equipo son injustificadas y siempre están totalmente fuera de lugar. Ni siquiera el base o el capitán, al que se le otorga el mando en pista, tienen la patente de corso para dejar en evidencia públicamente a uno de sus compañeros. Existen formas mucha más sutiles y efectivas de crítica, e inteligentes jugadores lo han demostrado. No consigue el mando el que chilla más y más alto, y esto es extensible también a los entrenadores, algunos muy dados a numeritos en la banda. La dignidad del jugador no puede ser pisoteada y una cosa es la intensidad en la dirección y otra muy distinta caer en el menosprecio. Distinguirlo es bien fácil.

Tanto que nos gusta medirnos con la NBA, este asunto no admite comparación posible. Allí se pelea (en el sentido literal) mucho más, incluso un jugador es capaz de irse hasta la fila 12 para atizarle a un espectador, pero hay dos cosas que resultan difíciles de ver. Una enorme bronca entre compañeros y un entrenador poniendo a parir a voz en grito a uno de sus hombres. Por algo será.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_