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El Atlético resucita en el Camp Nou

La expulsión de Lopetegui en el Barça marca un partido a la medida del equipo madrileño

Robert Álvarez

La paranoia se adueñó del Camp Nou en un partido a la medida del Atlético. Se adivinaba el carácter explosivo del duelo. Los antecedentes sirvieron de guía de la, eliminatoria. 13 minutos bastaron para marcar el tono desgarrado y explosivo del acontecimiento. El Barcelona no hizo rentable su gol en el segundo minuto ni aprovechó el estado de shock de los rojiblancos -Mensajero y Las Palmas al margen, no ganaban desde el pasado 11 de diciembre-, perceptible en la indolencia con que se expusieron a la embestida local. Pero la primera salida atlética dejó en evidencia la dificultad de la zaga azulgrana para contener la velocidad de Caminero y Kosecki. El vértigo que sufrió la defensa del Barcelona se cobró el penalti y la expulsión de Lopetegui. Lo cambió todo la jugada de Caminero. Con el empate y en inferioridad numérica, el Barcelona perdió la batuta táctica.Geli y Vizcaíno no habían visto hasta entonces a Hagi, la zaga atlética siempre había estado contra las cuerdas ante Stoichkov, Jordi y Txiki, y, Kiko apenas había tocado el cuero ante el acoso de Abelardo. Se había plantado mejor el Barcelona. Pero ya antes del minuto 13 la defensa azulgrana había dado un primer aviso de flojera. Un fallo de Sergi y un deficiente despeje de Lopetegui propiciaron una ocasión desaprovechada por Kiko. Llegó la expulsión de Lopetegui y el pesimismo se apoderó de, una grada impresionada por la mala suerte de un tipo del que, tras su pifia y tras su expulsión en su primera aparición como titular esta temporada,, alguien dijo que si nació para portero del cielo le llueven los goles.

La expulsión del guardameta vasco obligó a relevar a Txiki, para que Cruyff, que había prescindido de José Mar¡ y de Bakero y que había devuelto a la titularidad a su hijo Jordi, situara a su yerno Angoy bajo los palos.

Se apaciguó el partido tras la explosión del primer cuarto hora. El Atlético dejó la apariencia de estar al borde de un ataque de nervios y se fue acomodando a un juego que se hizo más austero, rácano en ocasiones. Hagi se erigió en el revulsivo azulgrana gracias a su estilo heterodoxo, a su libertad de movimientos y al poco acierto de sus marcadores. El Barcelona engarzó un par de jugadas de salón tan poco rentables como los contraataques de un Atlético que mantuvo su piñón fijo y renunció, pese a su superioridad numérica, a la búsqueda del dos contra uno o a encajonar al rival.

La salida de Valencia por Geli tras el descanso dotó al Atlético del veneno del que había carecido. El técnico rojiblanco vio la posibilidad de tumbar al Barcelona. Abelardo tuvo que multiplicarse y Koeman quedó en evidencia ante las incursiones de' Valencia y Kiko, perfectamente flanqueados por Caminero y Pirri cuando éste relevó a Kosecki. El Atlético se encontró a sus anchas. Ante un rival en inferioridad numérica pero que no renunció al dominio territorial y que pagó la falta de resistencia de Jordi, los rojiblancos aplicaron un contraataque letal. Bastó que Stoichkov perdiera un balón, en pleno ataque azulgrana, casi en el área rojiblanca, para que Kiko lanzara a Valencia y éste se rifara a Koeman potra colocar el marcador en franquicia para los suyos. Iván y Hagi pusieron todo el tesón del mundo y Amor, que salió por Jordi, oxigenó el centro del campo aZulgrana. Pero Kiko repitió el pase, esta vez en beneficio de Pirri, y el partido quedó visto para sentencia con el 1-3, sin perjuicio de que Valencia aún aumentará un marcador que alivia a un Atlético que gusta de la épica y de reivindicarse por la tremenda.

El Atlético tomó conciencia del valor añadido que significa administrar con criterio su talento. Cierto es que lo hizo ante un Barça disminuido numéricamente y que, pese a sumar siete de los ocho últimos puntos en juego, no acaba de sacarle punta a sus nuevos planteamientos. Pero es que el Barcelona de ayer, sin Bakero, sin José Mari, un tipo cuya consistencia física y capacidad de desdoblamiento podía haberle sido muy útil, no acertó a marcar a pauta, la solidaridad y el empecinado ritmo ofensivo que le han dado los últimos éxitos. Recuperó el equipo rojiblanco su fútbol clásico, pendiente del contragolpe. Perdió el Barcelona la buena racha en un partido al que, pese a su gol en el segundo minuto, pareció ser alérgico desde el mismo momento en que tuvo que afrontarlo.

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Sobre la firma

Robert Álvarez
Licenciado en Periodismo por la Autónoma de Barcelona, se incorporó a EL PAÍS en 1988. Anteriormente trabajó en La Hoja del Lunes, El Noticiero Universal y el diari Avui.

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