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Crítica:'POLICÍAS DE NUEVA YÓRK'
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

'Made in Bochco'

Hay 10 años entre Hill Street Blues y NYPD Blue (Policías de Nueva York), ambas en Tele 5. Y el mismo guiño en la cabecera. Steven Bochco vuelve con sus azules-polis de Nueva York esta vez y con el lamento triste de su particular lírica policial. Los de Hill Street se llaman ahora Kelly y Sipowicz y patrullan un hormiguero humano apretado entre rascacielos y tugurios del gueto, coches y vallas publicitarias. Nuestros polis defienden un sistema en el que no creen -"Quiere justicia, pues va a tener dos tazas", suelta rabioso Kelly al saber que una policía complicada con la Mafia ha decidido entregarse- y se lamen las heridas con sentencias consoladoras, en las que abundan las alusiones a los lameculos de sus jefes, que les dejan en la estacada.La cámara se mueve nerviosa entre la mugre. No hay duda, estamos en una serie de polis con la marca de la casa. El made in Bochco convertido a estas alturas en libro de texto para las series de los ochenta y noventa.

Es verdad que el capitán Furillo nunca le hubiera espetado "pequeña perra meona" a una fiscal, ni se le vio se le vio el culo a un policía: hemos visto muertos, pero no traseros. El resultado ha sido una polémica continua. Terció el reverendo Donald Wildmon, una de las más vivas reservas espirituales de la América profunda, y la tildó de porno duro, al tiempo que muchos anunciantes emprendían la retirada. Un delirio que corrigió a tiempo la concesión del Premio Humanitas a la defensa de los valores humanos.

Los buenos modales sólo se dan entre los policías de verdad que salen por televisión, los de Cops (en Antena 3). Los personajes de Steven Bochco, en cambio, quieren parecerse a, los de la calle, pero sólo se parecen a los policías de Bochco. De ahí esa sensación de familiaridad con los herederos de Furillo, aunque éste haya sido aparcado por la figura del ecuánime teniente negro, con tan poco papel (el actor ya ha protestado: o salgo más o me voy), como el resto del reparto. Porque lo que está claro es que ésta es una pieza para dos violines, Kelly y Sipowicz. Sipowicz, el corpulento, el bastardo -apelativo cariñoso de su colega, Kelly-, acostumbrado a echar mano de la ley de la calle; y Kelly, más frío y controlado, otra generación más joven, más realista. Como el mismo Bochco, que en 10 años de lucha con las cadenas ha ganado en cinismo lo que ha perdido en inocencia. Policías, pues, con ética bajo sus rudos comportamientos. Vidas ejemplares con debilidades humanas (el alcoholismo de Sipowicz). Un poco más huérfanos aquí, porque la familia de Hill Street se ha convertido en el exclusivo club de perdedores, sin más padre que el que llevan dentro. David Caruso, bien pronto sustituido por Jimmy Smits y Denis Franz, nos lo hacen creíble. El resto, ese tosco realismo urbano para el que Bochco tiene oficio, es música que conocemos. Y si escuchas la música, ya se sabe, recuerdas la letra.

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