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Crítica:'LA REGENTA'
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

La virtud de la corrección

Según la promoción, "sólo TVE podía hacer una serie así". En cierto modo, es verdad. La televisión pública, además de competir por la audiencia con programas de entretenimiento, no puede escamotear al público las producciones que combinan espectáculo y cultura. Las grandes series como Fortunata y Jacinta, Los gozos y las sombras o ésta, La Regenta, que se emite en tres capítulos de emisión continuada, aúnan la calidad de unos originales literarios con la veteranía de un elenco y equipo técnico habituados al género.Fernando Méndez Leite, como guionista y director, ha asumido las reglas del formato: una realización eficaz, mucho Plano medio-corto, un montaje sencillo, una ambientación correcta (poco original: la mayoría de estas producciones repiten vestuario y caracterización), un guión discursivo (diálogos demasiado cargados de información y nombres en su arranque, lo que provoca una cierta confusión inicial) pero, sobre todo, una interpretación contenida muy acertada en líneas generales: Carmelo Gómez (el Magistral) recuerda al Pájaro espino; Héctor Alterio concede ternura a Quintanar; Galiardo sonríe con el rictus pícaro de galán de culebrón; Miguel Rellán aporta cordura a su Frígilis... Aitana Sánchez-Gijón (la bisoñez disimulada en ropajes oscuros, estilo Holly Hunter en El piano), tan fría como el propio personaje que encarna, no ayuda con su mirada y su porte a discernir si es, como bien dice Cristina Marcos en la piel de Petra, la doncella, "muy callada o cavilosa. O no tiene nada que tapar o lo tapa muy bien."

Por encima de todos destaca la soberbia labor de Amparo Rivelles. La veterana actriz logra momentos cumbre en la recreación de Doña Paula: dura, inflexible, curtida por el cinismo en el que ha macerado su espíritu y su ambición. Su voz matiza cada dardo envenenado, dosificando maldad, egoísmo y experiencia.

Fernando Méndez Leite ha resumido el entramado humano a un juego de tentaciones para asaltar la virtud de una "fortaleza inexpugnable", La, Regenta, siguiendo el juego cruel de seducciones de Las amistades peligrosas (versión Stephen Frears). Sin embargo, le falta la ironía, la identificación con el conflicto de una joven devorada por un fuego difícil de apagar en una ciudad, Vetusta, donde cada movimiento es analizado en tertulias de café. Y es ese incendio interior, de proporciones todavía inauditas, lo que alimenta el verdadero drama de este ejercicio correcto de adaptación de un clásico a Ya pantalla. Muy correcto, pero algo carente de pasión.

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