Un pedacito de cielo
Los jugadores y técnicos rnadridistas festejaron hasta el amanecer el 5-0 endosado a los azulgrana
Ángel Cappa le pidió al bandeonista que se atreviera con Pedacito del cielo, un valsecito lleno de ternura y nostalgia. Que título para aquella noche, la noche del 5-0 al Barcelona. Medio susurrado, despertó el vals entre las notas del bandoneón. "La casa tenía una reja pintada de quejas y cantos", decía la letra. Cappa se sentía feliz con sus amigos en un restaurante del centro de la capital de España.A esa misma hora, la ciudad estaba tornada por las tribus madridistas. Atrapado en el colapso de automóviles, Jorge Valdano recibía el tributo de los aficionados del Real Madrid junto a la plaza de La Cibeles. Sin quererlo, el entrenador se había metido en el corazón de la fiesta. No pudo llegar a la cita con sus amigos. Las calles estaban taponadas. Era una noche de fiesta y griterío.
En otro restaurante, en el norte de la ciudad, Michel celebraba la victoria con su familia. Se le veía entusiasmado, con la felicidad de los momentos irrepetibles de la vida. Había vivido el partido junto a sus compañeros en uno palco del Bernabéu.
Dicen que Michel disfrutó como un chico, mejor aún, como un futbolista que quiera a su profesión como a nada en el mundo Se abrazó a todo el mundo, gritó los goles, escribió en un papel un profético 5-0 y se sintió orgulloso de su equipo. En el descanso bajó al vestuario y no logró reprimirse. Tiró las muletas al aire y se abalanzó sobre sus compañeros. "¡Vamos! ¡No podemos parar!", les dijo. También dicen que se le escapó alguna lágrima. Un año después de la catástrofe del Camp Nou, el equipo estaba saldando una cuenta muy dolorosa para todos.
"Fue algo conmovedor. Sólo una vez he visto una cosa semejante en un vestuario. Fue en un Peñarol-Nacional. En realidad, esto supera a todo lo que he visto", comentaba ayer Cappa.
Lo que vio el técnico fue la determinación de sus jugadores, la voluntad de realizar la proeza soñada. "Me quedé impresionado cuando entraron los jugadores al vestuario en el descanso", señalaba Cappa. Jugadores de talante frío reclamaban la goleada. Todos gritaban, todos pedían la gloria. Valdano tuvo que contenerles, sugerirles que entre la excitación y la desmesura estaba el peligro del descontrol.
Pero el Real Madrid necesitaba darse un baño de orgullo y felicidad, la clase de fiesta que no recordaba en los últimos años. Cuando todo terminó, los futbolistas festejaron y cantaron la victoria como nunca antes lo habían hecho. Un equipo con fama estaba desbordado por la algarabía de una victoria histórica.En el palco del estadio Bernabéu también se perdió la etiqueta que impone mutismo a todos sus visisitantes. José María Álvarez del Manzano, el alcalde de Madrid, saltó de satisfacción en uno de los goles. Plácido Domingo, con su bufanda del Madrid al cuello, cantó las proezas de su equipo. Y Chencho Arias, sentado cerca del embajador de Chile en España, festejó la inspiración de Iván Zamorano, uno de los héroes de la noche.Precandidatos
Cerca del palco, los precandidatos. Ramón Mendoza y el ex vicepresidente Lorenzo Sanz no paraban de abrazarse. Se les escaparon las lágrimas. Mendoza proclamó: "Es un triunfo de toso". Sanz: "Ha sido el día más feliz desde que llegué al Madrid".
Nicolás Cassaus, vicepresidente del Barcelona, ante tanta algarabía, se limitó a morder su puro, un cohiba regalo de Arias, El director general del Madrid, cuando se lo ofreció, pensó: "Va a ser su único placer esta noche". No se equivocó.
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