El Rayo arranca mustio
El filial azulgrana deja en Vallecas el primer negativo del año
No sentó nada bien el descanso navideño al Rayo Vallecano. El equipo de Vallecas despidió el año muy caliente, eufórico. Quizá demasiado. Claro, que estaba justificado. Caminaba el Rayo por la zona media cuando llegó Paquito. Seis partidos llevaba Paquito en el banquillo franjirrojo, y no conocía la derrota. De 12 puntos, había conseguido 10. Pero llegó el tiempo muerto, eso que los entrenadores de baloncesto utilizan para romper el ritmo del contrario, para enfriar a un rival caliente, que lo mete todo. Así estaba el Rayo a mediados de diciembre. Quince días de turrón han aplatanado al equipo. La fría noche de ayer no acabó en desastre, pero 1995 arranca mustio para el equipo de Paquito: vuela el primer punto del año.Era día para exhibir los regalos de Reyes. En Vallecas, los niños luchaban por conducir el coche teledirigido, las mujeres lucían el visón, y los hombres, los zapatos relucientes. Y todos, absolutamente todos, iban cubiertos hasta las cejas. La tarde era gélida. Era día de guantes, bufanda y gorro. Incluso las peñas más bullangueras del Rayo andaban buscando el calor. Algunos lo encontraron en la bota de vino.
Al Rayo pareció no afectarle el gélido clima. Salió a tope. Los 20 primeros minutos de los locales fueron clamorosos. No jugaron Chesa y Visnjic, y fue Calderón el que bailó la bola. Salió el técnico jugador vallecano con ganas. Ni con David Vidal, ni con Paquito consiguió la titularidad Calderón. La baja de dos piezas claves en el centro del campo significaba una gran oportunidad para Calderón. Y salió a no desperdiciarla. Nutrió de balones a Onésimo, Josemi y Rodríguez. Pero todos los desperdiciaron.
Oportunidades fallidas.
Los tres se empeñaron en destrozar la oportunidad de Calderón. Rodríguez disparó sin tino en dos ocasiones, después de buenos pases del centrocampista. Decidió Calderón probar con Onésimo y Josemi, pero los habilidosos delanteros madrileños se empacharon de regates.
La egoísta actitud de los delanteros rayistas provocó un radical cambio de actitud en los aficionados locales. Comenzaron con un ilusionado "se lo hace, se lo hace", y terminaron con un decepcionante "si es que son unos chupones". Pasaron los 20 minutos. Un tiro al palo de Korneev anunció el final de la dictadura del Rayo.
Calderón se encogió y el Rayo se acabó. Y eso que el Barcelona realizó al pie de la letra el juego de los filiales: alegre el defensa, técnico en el centro del campo y descarado en ataque. Lo que ocurre es que algunos no acompañan. Como Korneev. Claro, que no viene de la cantera y no tiene la casta de los filiales. El jugador ruso anduvo desganado, lento, e incluso chulito. Se encaró con varios defensores del Rayo y se llevó los regalitos de la grada.
El segundo periodo, ya certificado el apagón de Calderón, fue Onésimo el que apareció. Protagonizó el pequeño delantero vallecano 15 minutos eléctricos. Nunca cambiará este Onésimo. Arranca con el balón cosido a los pies, hace el primer quiebro, levanta la cabeza, y si no ve al contrario, lo busca. Claro, lo encuentra, y también le regatea. Nadie le quita el balón. Pero eso no basta. Hay que dejar el cuero en la red. Y en eso falla Onésimo.
Es un drogadicto del regate, y como no centra al compañero desmarcado, está obligado, a lanzar a puerta. En esta suerte no anda muy fino. Hasta cinco jugadas calcó Onésimo. Pero nada. Se volvió a apagar. El Barcelona dominó con autoridad la última media hora de partido.. Estuvo a punto de llevarse el partido, pero Wilfred estuvo muy acertado.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.