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Tránsfugas

El que ha dejado el tabaco, es bien sabido, se convierte de la noche a la mañana, en un furibundo detractor del fumador y, al socaire de la higiene y la moral, arremete con agresión y desprecio contra el humano. que enciende en paz su cigarrillo.Los conversos, se sabe también, son mucho más fanáticos que los creyentes de varias generaciones, más irracionales, más partidarios del pleito, la segregación, la hoguera.

Del mismo talante son ciertos conversos políticos, los tránsfugas, que descubrieron en su momento la democracia y sobre todo el liberalismo económico y la sociedad de consumo, con los que la identifican, y ahora levantan airados la espada flamígera para descalificar sin argumentos una ideología que sumieron con igual violencia en el pasado. Porque si se sondea en las biografías de esos iluminados que tachan de fascistas a todo el que no defienda su nuevo credo, o de falta de memoria histórica a quien pretenda hablar de izquierda y no se haga responsable de los crímenes de Stalin, descubrimos que en su lejana juventud militaron en las más extremas ideologías de la izquierda, donde ya destacaron por su virulencia. Hoy, en cambio, aceptan a pies juntillas los dictados de los nacionalismos, del centro o periféricos, más fascistas o los informes del Fondo Monetario Internacional, o justifican la fabricación de armas porque crea puestos de trabajo; pero si, cometiendo el error de rebajarse al nivel de los falsarios, alguien les recuerda el franquismo, el nazismo, el colonialismo, el neocolonialismo, la depauperación del Tercer Mundo y, el genocidio de Vietnam, de Somoza o de Pinochet, no aciertan a establecer el nexo entre tales desafueros y su recien estrenada ideología. Porque son seres inmersos en la confusión mental que produce el cambio de camisa sin más conviccion que el oportunismo, son los que identifican el líder con la patria, la creencia con quien la aplica y el pensamiento con la obediencia. Y con tal ahínco e in tolerancia, tan imbuidos de su apostolado y tan temerosos , de que asome aquella ideología primera, que pierden la capacidad y la voluntad de entender y matizar, y en su mente calenturienta divden de nuevo el mundo en ovejas y carneros, arrinconando a voces e insultos a su contrincante, sin más argumento que la sistemática descalificación en aras de una verdad de la que creen ser depositarios. Todo el mundo tiene derecho a cambiar de camisa las veces que quiera, es cuestión de convicción. o conveniencia. Pero que los que fueron inquisidores nos sigan recusando impunemente desde el pedestal de la inanidad es tan mediocre y tan absurdo como confundir el converso el reino de Dios con la sevicia, o el antiguo fumador su frustración con la cruzada. ¿No serán todas ellas manifestaciones de un síndrome de nostalgia de las propias y olvidadas ética e inteligencia, o tal vez de aquel cigarrillo que encendemos todos antes de sentamos a leer una carta de amor?

Rosa Regás es escritora.

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