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Ni son todos los que están...

No nos engañemos, no valen todos los deportes. Objetivamente -esa bella muletilla del Pasado que ya no objetiva nada- la prestación de determinados 'deportistas puede haber sido inigualable en sus respectivas disciplinas. Pero eso ya no basta.Carlos Sáinz seguramente tiene más mérito que nadie por abrir un deporte a una cierta afición, pero los rallies son una peculiaridad más que un deporte y las masas se quedan en casa porque ver pasar los coches es muy aburrido y, además, hace frío. Ángel Nieto acumuló más títulos planetarios que cualquier otro de su corporación, pero las 125 son las motos de la señorita Pepis; Tito Mas era el delirio cuando, antes del plan de desarrollo, sólo éramos mundiales en hockey sobre patines, pero tener por único rival a Portugal parece que sabe a poco; Guillermo TimoIner practicaba una especialidad que no estaba. mal de público, pero eso del ciclismo en pista tras de una moto, resulta pelín de laboratorio y son una docena en todo el mundo los que tienen la paciencia de pasarse media vida mirando la espalda de otro señor al entrenarse. Paquito Fernández Ochoa, el gro de Sapporo, fue sólo el milagro de un recorrido irrepetible en la tumba abierta de la nieve.

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Induráin es el primero de todos los tiempos

Con las mujeres pasa otro tanto. El palmarés de Arantxa es ya tan bueno como el del mejor, pero el deporte femenino suele ser una versión blanda del masculino y la afición deportiva es aún, hoy, cosa de hombres. La propia Conchita ganando Wimbledon ha hecha algo que supone, quizá, más ruptura en el horizonte. deportivo español que ninguna otra gesta. Pero no acabamos de tomárnoslo del todo en serio. Las cuotas aún no han surtido plenamente su efecto.Ciertas características, por tanto, son imprescindibles para que busquemos sólo en, el, interior de las mismas el atleta adecuado., En los deportes colectivos, por espectaculares que sean, resulta más difícil aquilatar la proeza individual. Y, en el fútbol, el más dramático de los colectivos, nuestro mejor deportista era extranjero. Alfredo, de quien Julio César Iglesias escribió que no sólo fue el mejor futbolista de todos los tiempos sino que era el fútbol, resulta ser argentino. Lo más español que había a su alrededor era el dinero que cobraba.

Todo ello reduce considerablemente el panorama. Golf, un relativo recién Regado, pero al que las pantallas de televisión han hecho un favor impagable. Tenis, con la solera que le dieron unos bravos recogepelotas y una automatización ya considerable en la memoria de los aficionados españoles. Atletismo, donde estamos todavía un poco verdes, pero ya han empezado. a caer medallas olímpicas en digna profusión. Ciclismo,. por supuesto, donde se reúnen en grado superlativo todos los requisitos exigibles: individualidad silueteada en el esfuerzo; seguimiento popular razonablemente masivo; tradición histórica en España; práctica, si no necesariamente mundial, sí claramente, extendida en el universo judeo-cristiano; dramatismo en la competición, donde no sólo se lucha contra una entelequia, el récord, sino rivales de carne y hueso cuyas mandíbulas niegan espacio al aire; y, naturalmente, palmarés ad hoc: el que durante algún lapso de tiempo haya sido el mejor de los mejores.

Ante tales exigencias, limitaciones y especificidades, la cosa está más que clara, y ustedes lo saben igual que yo. El mayor deportista español de todos los tiempos se llama Miguel Induráin. Con la anuencia, siempre generosa, de Seve Ballesteros y de Manuel Santana.

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