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Guerra abierta en el mundo del golf

Carlos Arribas

"José María Olazábal no contempla la posibilidad de que le puedan prohibir jugar en ninguna parte". Es la respuesta oficial del golfista español, el quinto mejor del mundo en la actualidad, a una declaración de guerra abierta que la PGA norteamericana, organizadora del circuito más importante, hizo pública ayer: "Cualquier jugador que participe en el Circuito Mundial será suspendido por la PGA". Es un órdago a la grande para defender un sistema amenazado, miles de millones, patrocinadores y su propia subsistencia.

La película se resumiría en una partida de póquer desigual. En un lado de la mesa se sienta el australiano Grag Norman, uno de los golfistas más populares del mundo, con una idea -un circuito mundial que reúna en seis torneos, uno de ellos en España, a los 30 mejores jugadores del mundo-, unos patrocinadores y una cadena de televisión -la Fox- dispuesta a dar cobertura mundial a la idea. En el otro lado del tapete, el norteamericano Timothy Finchem, director ejecutivo de la PGA, organizadora del circuito norteamericano -41 torneos- y portavoz de las esencias que hacen la ecuación golf =circuitos establecidos, una identificación que ponen en cuestión los mejores jugadores, quienes sólo reconocen la autoridad mundial del Royal & Ancient británico y de la USGA norteamericana. La desigualdad: a Norman aún le faltan jugadores para completar su círculo, el único dinero que puede apostar Finchem. De ahí, la última jugada de esa partida, que se inició hace un par de semanas: oliendo malas cartas y tratando de, amedrentar a los dubitativos Finchem ha echado su resto: o conmigo o la miseria.Ahora continúa la partida. "Se trata de ver hasta donde llega el órdago o si es sólo un farol", dice Sergio Gómez, representante de Olazábal y uno de los hombres que está trabajando para que se haga realidad la idea de un circuito mundial. "Pero es una jugada muy arriesgada: el circuito de la PGA se puede quedar sin los mejores jugadores. La idea del circuito mundial ha calado hondo entre los golfistas que ven como gran parte de los beneficios que proporcionan se van a las manos de unos patronos que no arriesgan. Los golfistas están mirando el mundo del tenis, donde son los propios jugadores los organizadores. El apoyo al circuito mundial es un movimiento imparable, pero tampoco nos interesa un cisma".

A la luz de la situación actual, no parece, sin embargo, que Finchem no haya medido los riesgos de su farol. La concreción de la idea de Norman no ha logrado un apoyo desmesurado. "La idea es genial y ganarían mucho los espectadores que podrían ver a los mejores enfrentarse directamente en bastantes torneos y no como hasta ahora, que sólo se ven las caras en los cuatro grandes, pero la realización práctica no es la adecuada", cuentan desde el entorno de Severiano Ballesteros -el mejor jugador español de todos los tiempos está en Suráfrica-, quien lleva un par de años pergeñando la creación de un circuito mundial. "Sería como cambiar un jefe por otro a cambio de más dinero por torneo jugado, pero el dinero no es lo único que mueve a los golfistas", añade Gómez.

Se abre un periodo de negociación entre los propios padres de un circuito mundial que el propio Olazábal está promocionando entre sus pares. "Hay que sentarse a hablar con Norman, y discutir y modificar su idea", dice Gómez. "Norman tendrá su compensación como jefe dos o tres años y luego habría que cambiar los estatutos y que el circuito mundial pase a ser de los propios jugadores". Ballesteros también se sentaría en esa mesa: su idea de mundialización pasa por un acuerdo con Norman.

La vía de ataque a Finchem pasa por sus propios problemas internos. "La estructura de la PGA ha llegado a su límite y sólo funciona con fuertes dosis de proteccionismo", dice Gómez. "Los jugadores no están en nómina de la PGA y no entienden que esta organización, que no es su empresa, les pueda obligar. a jugar un número determinado de torneos al año".

La Comisión Federal de Comercio de Estados Unidos está investigando ese hecho y busca formas de lograr demostrar que las reglas de inscripción en la PGA son una forma de proteccionismo, al arrogarse la PGA el derecho a prohibir jugar en torneos de la competencia a los jugadores inscritos en su circuito. Pero Finchem ya se ha adelantado a afirmar que la lucha legal, si se produjera, seria larga -cuatro o cinco años calculó el ejecutivo- y que podrían terminar pidiendo una exención ante el Congreso basándose en que el circuito está organizado buscando el interés del público. "Esas reglas están en el corazón de nuestra capacidad para vender ese producto", reflexiona Finchem.

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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