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EL CAMINO DE LA EUROCOPA

España encarga el billete para Inglaterra

La selección completó una de las mejores actuaciones de la era Clemente

Santiago Segurola

, España encargó el billete para la Eurocopa de 1996. Se valió del principio de autoridad para batir a Dinamarca, un equipo tristón, venido a menos, sin el aire aguerrido que le ha caracterizado en los últimos años. Fue zarandeada por la selección española, que completó un partido muy interesante. Tuvo paciencia cuando la necesitó, puntería para concretar sus ocasiones y un juego fácil, rápido, contundente, al gusto de Clemente. En sus sueños, el seleccionador imagina partidos de esta clase, tan típicos de su idearlo que hasta los goles se ajustan a lo previsto: un cabezazo de Nadal, un tiro largo de Donato y la llegada de un extremo (Luis Enrique) para batir al portero. El resto del encuentro también siguió punto por punto el plan de vuelo de Javier Clemente.

La selección tuvo más peso en el partido, más rango, la pinta del ganador. Finalmente estas, cosas deciden los resultados. No importan demasiado las ocasiones, la posesión de la pelota o la clase, aspectos favorables a España, en cualquier caso. Algunas veces, la supremacía de un equipo sobre otro es evidente, como si hubiera un desequilibrio en el reparto de poderes. Uno manda y el otro obedece: quinto de bachiller contra segundo. España tuvo el partido bien agarrado desde el comienzo. Ahora mismo parece una selección fiable, con las cualidades más características de los equipos de Clemente: la solidez, el oficio, el carácter, el sentido del deber y la habilidad para sacar rendimiento a las oportunidades.

Dinarnarca, de segunda fila

El encuentro fue lineal. Ni demasiado intenso, ni dividido. Sólo brillante cuando el partido quedó roto. España se alzó con gran facilidad sobre Dinamarca, que pareció un equipo desinflado. Vivió durante algún tiempo de la euforia que le provocó la conquista de la Eurocopa del 92. Pero ese efecto ha pasado. Siempre fue un equipo sobrevalorado, y ahora se le observa en su verdadero estado: una selección de segunda fila que depende de la conexión Laudrup, que no es cosa cualquiera. Pero los hermanos Laudrup hicieron mutis en Sevilla y Dinamarca se quedó en los huesos. Sus defensas son rígidos y pobres en el manejo de la pelota; los centrocampistas sólo tienen vigor; y Strudal, el muchacho que juega en la delantera, es un tercera fila.

La selección española se tomó el partido con paciencia. Tocó más de lo previsto en los presupuestos de Clemente. Sin la pelota, Dinamarca vivió condenada a asistir de espectador, con la esperanza de cazar algún contragolpe que no llegó. Hubo criterio por parte del equipo español. El juego era suyo, sin grandes excesos, pero con una autoridad evidente. Clemente se había inclinado por la fórmula de moda: 4-4-1-1. Como es partidario de dejar una firmita en cada partido, colocó a Ferrer de lateral izquierdo. En el medio, Donato y Nadal se repartieron la dirección. Donato tuvo la virtud de entrar al partido con una gran naturalidad. No se le apreció ningún signo de ansiedad, ni eligió el repertorio equivocado. Fue Donato en estado puro, y eso es una garantía porque es un buen futbolista.

El único problema de España en la primera parte fue su tendencia a desvanecerse al borde del área. Aislado Salinas, todas las ocasiones llegaron en remates largos. La única contestación de Dinamarca se produjo pasada la media hora, en la primera conexión entre los hermanos Laudrup. Fue un hermoso pase de Michael a Brian, que cruzó fuera su remate. Pero la jugada no tuvo más trascendencia. No sirvió para recuperar el ánimo del equipo de danés. El gol de Nadal -primo hermano del célebre tanto de Hierro el pasado año- colocó a la selección española en la dirección correcta. El partido era suyo.

La segunda parte tuvo un aire menos táctico y más favorable a los intereses del equipo español. Recién comenzado el segundo periodo, Dinamarca tuvo la única oportunidad de marcar, pero Zubizarreta sacó la mano para despejar el cabezazo de Vilfort. No hubo más. España se encontró en la posición que más quiere: el rival cada vez más descosido, los espacios cada vez más amplios, la posibilidad del contragolpe cada vez más cercana. Vino el remate de Donato y todo acabó. La jugada fue muy típica del centrocampista del Deportivo: tuvo un poco de habilidad -el enganche con el tacón-, un poco de potencia -el remate con la izquierda desde el borde del área- y un poco de veneno -la pelota tocó en un defensa, golpeó el suelo y entró junto al palo-.

La victoria era segura. No había ninguna posibilidad de reacción de los daneses. Michael Laudrup agarró tres veces la pelota y Brian Laudrup dio la impresión de ser un futbolista, con poca claridad. Mata poco. Sin ellos, Dinamarca se entregó. España se concedió entonces el rato más brillante. La pelota comenzó a circular con mucha rapidez, las aperturas rápidas a los extremos y las llegadas de los centrocampistas.

En una de ellas, se unieron Higuera y Bakero para dejar la pelota a Luis Enrique, que apareció libre de marca, con la escopeta cargada. Fue el tercer gol, la evidencia de la autoridad de la selección española. Y en el banquillo, Javier Clemente disfrutaba. Había logrado reunir todas la piezas: el equipo que quiere, la victoria que deseaba, el fútbol que sueña.

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