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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

70 años de radio

LA RADIO española conmemoró ayer el 70º aniversario de su primera emisión, efectuada por la mítica EAJ-1 Radio Barcelona, pionera de lo que sería luego la Sociedad Española de Radiodifusión (SER). El 14 de noviembre de 1924, la locutora María Sabaté puso voz a la primera retransmisión a través de las ondas hercianas que tenía lugar en España. Los 70 años transcurridos no han sido suficientes para arrebatar a este medio de comunicación la vitalidad y la energía renovada que la han caracterizado desde el principio.Hoy como ayer, la radio es el medio de comunicación más participativo, con más posibilidades de aproximación a las personas y de establecer con ellas lazos de fidelidad difícilmente concebibles en otros medios. El pequeño aparato de radio se ha convertido en compañero inseparable de muchas personas, se traslada de una habitación a otras mientras se hacen las faenas de la casa, se suma como un acompañante más en el coche, distrae los paseos de las tardes de domingo y relaja los nervios en la monotonía de determinados trabajos.

La radio sigue suscitando nostalgias, tiempos perdidos, formas de vida que corresponden al ámbito sagrado de la memoria. Y buena, mala o regular, su condición de compañera de insomnios, enfermedades y soledades parece eximirla de los severos juicios que a veces se destinan a otros medios de comunicación.

La radio se ha revelado también como el medio más cercano a la noticia y el que, por tanto, cuenta con una cosecha más abundante de primicias informativas en su haber. No es necesario retrotraerse demasiado en el tiempo para certificarlo. Muchos españoles de hoy tienen experiencia directa de la naturaleza eminentemente noticiosa de la radio, hasta el punto de confundirse, en ocasiones, con el mismo hecho informativo que transmite.

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Cuando una nueva época comenzó en este país -y como en tantas otras cosas, también en la radio- los españoles lo supieron gracias a un receptor encendido durante toda la noche del ya lejano 20 de noviembre de 1975. Y algunos años después, en la aciaga fecha del 23-F, la radio también fue el testigo y el ojo vigilante de la irresponsable aventura protagonizada por unos fanáticos enemigos de la convivencia de los españoles en democracia.

Con siete décadas tras ella, la radio no deja de ser un sector de futuro, a pesar de crisis económicas más o menos profundas. Siempre, claro está, que sea capaz de encontrar una viabilidad empresarial, seguramente mediante apuestas diversificadas y especializadas, con capacidad de conectar con la múltiple sensibilidad de sus millones de oyentes.

Y siempre, también, que su vitalidad no quede aprisionada por los peligros que le acechan en el presente, como las tendencias al amarillismo y los modelos exclusivamente personalistas, surgidos en torno a los grandes comunicadores. La radio necesita grandes audiencias, pero también balances económicos saneados. Y ambas cosas no necesariamente van hoy unidas.

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