Festival del Deportivo
El equipo gallego resolvió en siete minutos ante un mediocre Tirol
El Deportivo salió del pozo continental en sólo siete minutos. Golpeó con avasalladora superioridad al Tirol durante media hora, en la que falló la puntería de los coruñeses. Luego, en un suspiro, las asistencias recogieron el cadáver de los austríacos. El partido sólo tuvo un tiempo. No necesitó más el Deportivo para rehabilitar su vacilante imagen europea y enterrar en el baúl el desastre de Innsbruck.Esta clase de partidos están accionados por un mecanismo perverso. Obligado a la remontada, el equipo local ha de intimidar desde el principio al adversario arrastrando el riesgo de que una jugada aislada pueda sacarle de golpe de la eliminatoria. Ése es también su encanto, lo que hace que estas noches se recuerdan tantos años después.
El peligro para el Deportivo era dejarse llevar por ese estado pasional y obsesionarse con ejecutar sumariamente al Tirol. Pero los coruñeses supieron contenerse. Tantearon al rival en el inicio, le golpearon sin piedad pero también sin éxito durante 10 minutos, volvieron a guarecerse para economizar fuerzas y acabaron la primera parte con una implacable demostración. Total, que los de Arsenio Iglesias se fueron al descanso con la eliminatoria solventada.
Cada vez que desenfundó, el Deportivo estuvo demoledor. El partido confirmó definitivamente el regreso de Aldana. Hizo a la vez de ama de llaves y de arquitecto. Robó balones en el centro, cabeceó en la boca de gol, asistió a Bebeto y Claudio e incluso intentó lanzar desde lejos.
La imponente actuación del ex madridista estuvo secundada por un Bebeto más destajista que nunca. El brasileño hasta se acercó en algunos momentos al área propia en su afán por presionar al rival. El otro que llevó la voz cantante fue el mejor Fran, ese jugador capaz de inventar siempre una geometría nueva del pase en, las inmediaciones del área.
Cuando se consumó la remontada, los austríacos ni intentaron levantar la cabeza. Más que de cualquiera de los dos equipos, la segunda parte fue del público, feliz por haberse liberado tan pronto de la angustia de un encuentro trascendental.
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