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El Betis descalabra al Atlético

El conjunto andaluz, con un buen planteamiento, se impone a un equipo sin ideas

Santiago Segurola

Tic, tac; tic, tac. El mecanismo de la bomba se ha disparado contra Maturana y contra el Atlético. El estallido se adivina, como se supone en estas circunstancias. Se trata de Gil, no lo olvidemos. Fue un nuevo desastre. Más que eso: la nada. El Betis pasó por el Manzanares y le dejó un muerto al Atlético de Madrid., No le hizo falta una gran tarde de fútbol, sólo las cosas correctas y precisas. Le bastó con buscar sus oportunidades y aprovecharlas. Enfrente tenía un moribundo, un equipo desanimado con ganas de suicidarse. Y se suicidó.Dos pases seguidos son una rareza en el Atlético de Madrid, tres pases son una misión imposible, el incunable que nunca ven los aficionados en el Manzanares. Las cuestiones más básicas del fútbol están olvidadas por equipo rojiblanco, cada vez más metido en el agujero. Los defectos se multiplican ahora en un ambiente de crispación que acogota a los jugadores. Todos juegan bajo mínimos. Por ahí anda Caminero, un jugador que cautivó por su poderío en el Mundial. Por lo visto tiene dudas existenciales. Busca su puesto y no lo encuentra. Un rato por la derecha, otro en el vértice del diamante del centro del campo, después de medio centro. Mientras tanto, su presencia pasa inadvertida. Es un futbolista desquiciado, con las neuronas en estado de ebullición. Salió expulsado por una patada innecesaria, en una jugada intrascendente. Le traicionó el inconsciente: quería, marcharse como fuera de aquel desastre. No es el único aturdido. Lo mismo sucede con Simeone: quiere dirigir, pero es un futbolista diseñado para acompañar. Ellos son los pesos pesados, pero su papel es cada vez más reducido. Están confundidos, y con ellos todo el equipo, resignado a la mediocridad,.

El Atlético es un equipo sin estilo, un defecto impensable en cualquier equipo de Maturana. El técnico colombiano se ha dis- durante su carrera por dotar a sus conjuntosde una señas de identidad muy claras. No es sólo la zona. Es la propuesta de un juego elaborado y sensato. Lo ha hecho en Colombia y en Valladolid. En el Atlético es imposible. Desde fuera parece que hay una resistencia a aceptar su modelo. Unos dicen que el equipo está conectado con la tradición, es decir, con el contragolpe; otros señalan que los problemas son estructurales: es imposible modelar un club de tendencias histéricas, sometido a la apabullante presencia de Gil. Por el momento, el Atlético es un gallinero. Todos se acusan y se pasan en los micrófonos la pelota que no se pasan los jugadores en el campo.

El Atlético no tiene identidad y Maturana cuenta con poco margen para dársela. No es una dificultad de ahora. La sucesión de entrenadores, jugadores y mensajes contradictorios ha significado la pérdida de la sensatez y de la perspectiva. Maturana sabe que el tiempo corre en contra. Lo saben todos: el técnico, los jugadores y Gil. Cada proyecto se ha convertido en un entrenador fulminado. Maturana no será diferente. La paciencia no figura entre las cualidades de Gil, aunque el presidente llamara a la tranquilidad después del partido. Se sentía abatido, víctima de la depresión, y le salió la vena conciliadora. Pero en cualquier instante se arrebatará y cargará contra todos. En este clima de incertidumbre y reproches que se ha labrado el Atlético, es imposible jugar al fútbol.

El Atlético salió sin nada que vender. Está plano en todos los aspectos: en el anímico y en el futbolístico. El equipo se siente preso de la tensión y de la memoria. Ha visto mucho y nada bueno. En el primer tiempo, el equipo tuvo un aspecto fantasmagórico. En la vertiente estrictamente futbolística es un equipo lleno de errores: la participación de los defensas en el juego es inexistente; el repliegue de Simeone y De la Sagra hasta las posiciones defensivas para iniciar provoca una fractura descomunal en el centro del campo; la ubicación de Caminero es un misterio; Kiko juega a la inglesa, de espaldas a la portería; Dobrovolsky no se, ha quitado el frío ruso. La lista de calamidades es infinita. En el aspecto anímico, el equipo está destruido. Siente que su lucha contra la historia es inútil. Cada temporada sucede lo mismo: la esperanza, los malos resultados, las especulaciones, la estruendosa irrupción de Gil en las tribunas de prensa, el miedo, el abandonismo y un nuevo entrenador. El próximo está a la vista, o quizá ya ha sido contratado.

El Betis aprovechó su oportunidad sin realizar grandes cosas. Le bastó juntar a cuatro buenos jugadores (Cuéllar, Alexis, Stosic y Aquino) y mantenerse dentro del partido, sin llevarse por el caos que proponía el Atlético. El equipo andaluz hizo el único fútbol apreciable. Tocó con corrección y esperó su momento. Visto el trazo del, partido, era seguro que el Betis tendría sus oportunidades. Su autoridad sobre los locales fue manifiesta. Nunca el Atlético de Madrid ha sido tan triste y pacato. Jaro salió helado del Manzanares, sin una estirada que recordar.

El gol de Aquino tuvo la virtud de reunir a los dos mejores jugadores del Betis y de certificar su superioridad. Nació de la nada. Stosic enganchó la pelota en el medio campo del Atlético, rodeado por tres rivales, con la portería a la espalda. De esa situación salió con un control difícil, un regate impensable y un pase perfecto hacia Aquino, que desbordo y marcó. El Atlético estaba muerto. Todo lo que sucedió después sólo sirvió para certificar su defunción y la puesta en acción del mecanismo de la bomba. Tic, tac; tic, tac. Lo mismo ha explotado ya.

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