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El rayo que mató a un hombre en el zoo fue el único que cayo en Madrid

Vicente González Olaya

El único rayo que cayó el domingo en la capital fue el que mató a Miguel Ángel Luna, de 28 años, cuando visitaba el zoo de la Casa de Campo con su familia. Siete u ocho millones de voltios le fulminaron en milésimas de segundo y dejaron gravemente herido a Jorge Cubillo, de 23 años (véase El País Madrid de ayer). Varios especialistas -entre ellos, Antonio Morillo, jefe de instalaciones de la empresa Salvador Romero, SL, que colocó uno de los pararrayos del zoo- afirman que "ha sido mala. suerte".

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El herido grave continuaba anoche en coma

Los pararrayos sólo cubren una zona equivalente a la altura a la que están situados. El rayo que fulminó a Luna se precipitó a 150 metros del aparato, que tiene una altura aproximada de 10 metros. Cubrir de pararrayos efectivos una extensión como el zoológico es prácticamente imposible.El Instituo Meteorológico Nacional contabilizó en toda España ese día 6.624 rayos (el récord está en 32.000, el 7 de agosto de 1992). En la región madrileña cayeron el domingo 16; y en el tramo comprendido entre el valle del Jarama y el Guadarrama (que comprende Madrid capital), sólo uno.

La red de detección de rayos, dependiente de este organismo oficial, fue creada en 1992 y consta de 14 detectores distribuidos por España. En Madrid hay una estación de detección situada en Getafe, en la base aérea militar. Descubre los rayos con una precisión temporal inferior al segundo, y determinan instantáneamente su lugar, intensidad y polaridad.

Cómo funciona un rayo

El rayo que fulminó a Luna fue considerado de "intensidad media": 16,8 kiloamperios, frente a los 50 kiloamperios de un rayo grande. Durante una tormenta, el campo eléctrico que se genera entre las nubes y la tierra hace que todos los objetos que se encuentran sobre el suelo comiencen a acumular cargas eléctricas. Si se trata de un ser humano, el pelo comienza a erizarse como signo de este fenómeno eléctrico.Los técnicos recomiendan en este caso, y sobre todo si la persona se encuentra en un descampado, tirarse al suelo y desprenderse de todos los objetos metálicos.

Cada punto electrizado de tierra empieza a buscar el punto positivo más cercano y potente situado sobre él. Normalmente, los puntos más altos y metálicos del suelo (donde se acumula mayor energía) son los primeros en hallar a sus correspondientes en las nubes. Cuando se encuentran, se crea un camino eléctrico por el que discurrirá el primer rayo.

A continuación, en milésimas de segundo, desde la nube parten siete u ocho descargas oscilantes (visibles al ojo humano) que caen en un radio de cinco o seis metros sobre el punto que ha provocado la primera descarga. Si en su radio de acción hay un ser vivo, le provocará un choque cardiorrespiratorio.

En el 80% de los casos, el rayo surgirá del punto más alto, un pararrayos o un árbol, por ejemplo. Las empresas fabricantes e instaladoras de pararrayos creen insuficiente la legislación al respecto.

"Sólo hay una antigua normativa de la construcción de 1973 que no obliga apenas a la instalación de sistemas de protección" comentó Antonio Morillo.

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Sobre la firma

Vicente González Olaya
Redactor de EL PAÍS especializado en Arqueología, Patrimonio Cultural e Historia. Ha desarrollado su carrera profesional en Antena 3, RNE, Cadena SER, Onda Madrid y EL PAÍS. Es licenciado en Periodismo por la Universidad CEU-San Pablo.

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