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El oficio del Lleida deja al Real Madrid B en evidencia

El Lleida se lo pasa bomba en Segunda División. Apenas necesita fútbol para, de momento,pasearse. Le basta con un puñado de buenos jugadores, hartos de conocerse igual de bien los banquillos de la Primera División que los pasillos de su casa. Junto a ellos, Mané sitúa a algún que otro futbolista de esos que llaman de, club, algo que cuesta traducir al lenguaje coloquial. Un sistema sin agujeros es el añadido ideal. Y el resultado se llama cinco partidos jugados, cinco ganados y líder destacado.Alguien como Elcacho, que hace años llegó a anular a Schuster, se cruzó ayer con Sandro. Sobra decir lo que pasé. Todas las miradas estaban puestas en el chaval. A él le tocaba crear, dirigir, lanzar y regatear. Se limitó a regatear. Mal, eso sí. No le salió ni una finta, ni un caño. Nada. Ni siquiera regateó al banquillo. Allí acabó el partido, más tarde de lo que su labor merecía.

El Lleida se plantó en el césped con poca cara de chiste. Cinco defensas, cuatro centrocampistas y Salillas, un jugador al que le sobran muescas en sus botas. Ayer añadió otras dos. La primera se la puso fácil Fernando con su tremendo fallo, pero el regalo, para que no hubiera dudas, acabó en la escuadra. La segunda le llegó en un rebote, al borde del área grande y con un enjambre de piernas delante. Su zapatazo entró por donde no se divisiba pantorrilla alguna.

El choque estaba sentenciado y el Madrid ni se había asomado. Para sus delanteros, acercarse al área rival se asemejaba a una visita al Pasaje del Terror. Le salían enemigos por todos lados. Emilio olvidó su siesta cuando Sandro lanzó cuatro córneres seguidos y dos de ellos estuvieron a punto de colarse directamente. Sólo entonces apareció el Madrid, peleón y corajudo. Duró poco. El Lleida no cambió su rictus de seriedad y se volvió a casa aún más líder de como llegó.

El público se llevó una enorme desilusión. Hasta ahora, los chavales de Benítez se habían mostrado aliados del buen fútbol, ése al que el desparpajo de la juventud le añade aún más mérito. Pero ayer se estrellaron contra un equipo que aprieta, que ahoga, que acaba de, llegar de las catacumbas de Primera División y que en Segunda, de momento, está en el cielo.

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