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FUTBOL PRIMERA DIVISIÓN

El Atlético detiene el temporal

El equipo de Maturana jugó bien la segunda parte tras el empate de la Real

Santiago Segurola

El Atlético detuvo la tormenta que amenazaba en el Manzanares. Por un momento, los síntomas del partido devolvieron al equipo al mismo escenario de los últimos partidos. El miedo y la desesperanza se adueñaron de la hinchada con el empate de la Real. El desgarro del primer tiempo sólo había provocado un juego acelerado y torpón, suficiente para superar a un rival sin carácter ni oficio, pero insuficiente para impedir el desánimo del público. Sólo apoyado en el coraje, estaba abierta la posibilidad de la caída, como tantas otras veces. Pero esta vez el Atlético no hizo crisis. Su segundo tiempo alcanzó una buena nota. Mejoró el orden y el criterio, una novedad que fue recibida con entusiasmo por una hinchada que se resiste a caer en el fatalismo. El estado de alarma del Atlético ha precipitado las tendencias compulsivas del equipo. Por este orden, el Atlético jugó en la primera parte con ansiedad, confusión y desorden. Era un fútbol desesperado, producto de los resultados y de la destartalada historia reciente del club. En el mejor de los casos, cuando el espíritu de. combate proyectaba a sus jugadores hacia el área contraria, el Atlético producía una cierta admiración por su desgarro. Pero su fútbol se hacía muy dificultoso. Resultaba problemático encontrar dos pases seguidos y un poco de luz. Por ese lado, salía castigado Maturana, un entrenador con estilo, de los que consiguen que se reconozcan sus equipos. Pero hasta ahora, Maturano no ha dotado al Atlético de perfil reconocible. Está la línea, la presión y todo eso, pero falta identidad en el juego, en la manera de distribuirse en el campo, en el manejo de la pelota. En todas estas cuestiones, el Atlético está por definir, aunque el segundo tiempo tuvo un carácter diferente, casi esperanzador.Parte del problema del equipo está en la angustia generada por el pobre comienzo en el campeonato. El Atlético apretó todo lo que pudo a la Real Sociedad. Re cuperé la pelota con rapidez, cargó con fe contra el área rival y estableció una superioridad in contestable. Tampoco encontró una respuesta firme en el equipo de Toshack. La Real fue un equipo desvaído, sin habilidad para encontrar a los cuatro jugadores que elevan la categoría del juego, Karpin, Kodro, De Pedro y Luis García. La primera fase del Atlético fue de choque. Con un juego vehemente conquistó la dirección del partido y marcó el primer gol. Se advertía una falta de sintonía en la dirección colegiada que se había establecido en el centro del campo. Por allá andaban Vizcaíno, Simeone y Caminero con la intención de dirigir las operaciones. Cada uno iba con lo suyo: Vizcaíno, correcto pero limitado en la distribución; Simeone más dispuesto a correr que a tocar, y Caminero dividido entré su naturaleza como volante de ataque y la exigencia de repartir la pelota. Junto a ellos apareció Dobrovolsky, un interior zurdo, muy fino, de aspecto frágil. Su primer contacto con el Atlético fue insípido, aunque tiene buena pinta como jugador. En estas condiciones, el juego salía defectuoso, pero suficiente para superar a la Real Sociedad. Sólo faltaba el gol. Llegó en una jugada extraña. Entre los silbidos del público, Kiko agarró la pelota y quiso meterla entre dos defensas. En medio apareció el árbitro que le devolvió la pared. Kiko aprovechó para revolverse, amagar y lanzar un remate perfecto. Desde ahí, la Real sacó sus únicos gramos de fútbol. El partido se equilibró. El Atlético se había achicado y la Real tenía algo más de cuerpo, lo suficiente para meter algo de miedo entre los locales. En esas circunstancias podía esperarse el empate, que llegó con un pelotazo de Iturrino en el último minuto del primer tiempo. El Atlético estaba de nuevo frente a sus viejos fantasmas.

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Su respuesta en la segunda parte tuvo más calibre. Le ayudó el gol de Caminero, muy típico del jugador que tiene llegada y vista en área. Sirvió el gol para reducir la ansiedad y jugar con más tacto. La pelota corrió con soltura. Había criterio y pujanza. Aunque fuera de su posición natural, Caminero hacía daño en la banda derecha. Quizá recordó sus primeros años de futbolista y se las apañó para tirar regates y varios pases venenosos. El resto acompañaba. Así que vinieron las ocasiones, entre el entusiasmo del público. Por fin había fútbol en el Manzanares. La Real, que había llegado para especular, abdicó con rapidez. El Atlético se sintió dueño del partido y buscó su rehabilitación. Estuvo al borde de alcanzar la goleada, pero sólo pudo celebrar la victoria.

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