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TENIS: OPEN DE ESTADOS UNIDOS

La segunda revolución

Los éxitos de Arantxa y Conchita han cimentado las estructuras del tenis femenino español

La primera revolución del tenis español se realizó en los años 60 gracias a los triunfos de Manuel Santana. La segunda, la del tenis femenino, quedó pendiente durante muchos años. Arantxa la inició en 1989 cuando ganó Roland Garros y la ha ido modelando a través de su segunda corona parisina (1994) y de su triunfo del sábado en el Open de Estados Unidos. Conchita Martínez se unió también a ella aportando su victoria en Wimbledon. Sus efectos se están notando. Ahora el número de niñas en las escuelas de tenis es similar al de los chicos. Y su nivel está subiendo a pasos de gigante.Cuando Santana ganó su primer Roland Garros en 1961 el tenis español prácticamente no existía. El relato de Tomás García, secretario general de la Federación Española, es suficientemente clarificador: "En nuestros archivos no tenemos datos muy concretos sobre el estado del tenis en aquellos años. Pero unas escritos de 1960 indican que el número de licencias no superaba las 5.00W.

Santana prosiguió !u carrera y ganó otro Roland Garros en 1964, se impuso en Forest Hills en 1965 y se coronó en la catedral, Wimbledon, en 1966. Fue su década prodigiosa y en ella el equipo español de Copa Davis, compuesto además de Santana por Juan Gisbert, José Luis Arilla, Juan Manuel Couder y la más tardía incorporación de Manuel Orantes, alcanzó el Challenge round dos veces, en 1965 y 1967.

Todo eso y la incuestionable aportación de Andrés Gimeno, que pasó al campo profesional y tuvo que esperar a 1972 -con casi 35 años- para ganar su único Roland Garros, provocó una pasión por el tenis que marcó irremisiblemente la historia de este deporte en España. Los archivos de la Federación aportan pocos datos sobre la evolución de las licencias mientras la explosión se estaba produciendo.

" Sin embargo", explica Pablo Llorens, presidente de la Federación desde 1970 a 1984, "el verdadero desarrollo llegó más tarde". "Yo cogí los últimos años de Santana y la etapa completa de Orantes e Higueras. Toda la labor de popularizar el tenis realizada por Santana y por el comentarista de televisión Juan José Castillo, salió a la luz una década más tarde. Las licencias se dispararon en los años 70 y las pistas de tenis aumentaron en España de forma espectacular".

Los datos de 1971, facilitados por la Federación, indican que las licencias se habían doblado en diez años. Pero en los siguientes diez (1980) se cuatriplicaron. España pasó pues en 20 años de tener 5.000 licencias a contabilizar 76.598. La cifra de las 100.000 se superó en 1984. La evolución de las instalaciones incluso fue más rápida. Los primeros datos oficiales son de 1972: había 1.266 pistas federadas. Y en 1979 habían crecido hasta 3.147. A nivel de clubes federados la cifra se dobló en este mismo período: de 403 se pasó a 912.

"Todos estos datos son muy fiables, pero hasta cierto punto irreales", comenta Llorens, actual vicepresidente de la Federación Internacional. "Siempre ha habido en nuestro país muchos jugadores que no han sacado su licencia. Algunos estudios realizados por empresas de material de tenis (raquetas, zapatillas y ropa) evaluaron en 200.000 los jugadores de tenis entre los años 60 y 70. Ya partir de entonces la cifra aumentó hasta los 500.000".

Cuando Arantxa comenzó su segunda revolución, el tenis español ya estaba consolidado. El número de licencias se había situado en 106.233, las pistas eran 4.122, los clubes se cifraban en 1.209 y el número de practicantes reales alcanzaba casi el millón y medio. Doblar esas cifras como hizo Santana se presentaba como un objetivo absolutamente irrealizable. Sin embargo, la revolución de Arantxa ha tenido unos efectos mucho más inmediatos en el aumento espectacular del número de niñas que acuden a las escuelas de los clubes y de las distintas federaciones.

"En la base la incidencia de Arantxa y de Conchita es evidente", comenta el actual presidente de la FET, Agustí Pujol. "Muchas niñas han sido dirigidas al tenis por sus padres, porque han visto que trabajando pueden convertirse en profesionales. Y tanto desde la federación como desde los clubes se ha dado mucho más apoyo al tenis femenino".

A nivel de licencias, el crecimiento ha sido escaso. Desde 1989 a 1993, las licencias femeninas han subido en 2.000 (de 29.393 han pasado a 31.022). Pero ha sido gracias a Arantxa Sánchez fundamentalmente, y también gracias a Conchita Martínez, que España se haya convertido en uno de los países de Europa con más torneos femeninos puntuables para la WTA.

"Eso está claro", dice Pujol. "Sin ellas dos ahora no tendríamos los Internacionales Femeninos de España (Open La Familia) -un torneo de máxima categoría en el circuito femenino-, ni tampoco los 15 torneos WTA de 10.000 dólares -en 1995 serán 19-Todo eso facilita la entrada de las jugadoras juniors en el circuito profesional. Lo tienen en casa, no deben desplazarse para coger puntos".

Apoyo institucional

Por otra parte, el apoyo institucional llega con más facilidad para las chicas. Ahora las chicas que destacan encuentran posibilidades de desarrollar su tenis con buenos entrenadores y con grupos dotados económicamente. En la Federación Catalana existe el Barcelona Team, patrocinado por La Familia, compuesto por las jugadoras Ana Alcázar, de quien se espera mucho, y Laila Haj-Jones, que tiene a Joan Aguilera como entrenador. La Federación Española apoya económicamente a varias jugadoras y vuelve a crear su propiorupo con base -en el CAR de Sant Cugat.Otras muchas jugadoras han optado por acudir a los canales privados de formación. María Antonia Sánchez, de 18 años, una firme promesa, trabaja con Lluís Bruguera. María Luisa Serna, de 15, entrena con Eric Van Harpen. Nunca hasta ahora España había tenido tantas jugadoras metidas entre las 200 mejores del mundo: Ángeles Montolío (1 l5a de la WTA), Neus Ávila (128a), María Antonia Sánchez (13la), Virginia Ruano (160a), Cristina Torrens (163a) y Silvia Ramón (187ª).

Éstos son los efectos más inmediatos de la segunda revolución. Arantxa rompió muchas barreras. Demostró que, a pesar de las mermas que siempre han atenazado al deporte femenino español, con trabajo y convicción se podía triunfar internacionalmente. Abrió las fronteras al tenis femenino y lo lanzó a un estrellato que ahora ya nadie discute. Pero la segunda revolución aún no ha concluido. Ella misma puede multiplicar sus triunfos y Conchita, también.

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