Remiendos y cereales
Induráin no se traiciona en los momentos de mayor tensión. Su carácter imperturbable y su capacidad para hacer fácil lo difícil adquieren un valor excepcional en tales condiciones. Fue así como convirtió en un día rutinario el que tuvo que afrontar la hora más intensa y difícil de su vida. El jueves se retiró a su habitación a las diez de la noche, tras haber concedido una multitudinaria rueda de prensa y de conceder varios minutos de diálogo más exclusivo a una decena de periodistas. Induráin saludó el radiante día que amaneció ayer en Burdeos cuando sonó su despertador, a las nueve de la mañana Desayunó un café con leche y dos panecillos con mantequilla y mermelada junto a su esposa, Marisa. A las 10.30 inició un primer entrenamiento, durante una hora, con su bicicleta de carretera, por las calles de Burdeos y seguido por un vehículo que conducía su masajista, Vicente Iza. Sonriente, tranquilo, tuvo tiempo de saludar en la puerta del hotel, situado a medio kilómetro del velódromo, un joven aficionado francés ataviado con la vestimenta del equipo Banesto.Media hora después se acercó al escenario de la tentativa para probar la ropa que utilizó, hacer un par de remiendos -una costura que le rozaba en un hueso- y supervisar cómo sus mecánicos hacían un ligero recorte de tres milímetros en el manillar. Apenas dio tres vueltas al velódromo, eso sí, por debajo de los 17 segundos que precisaba como media para batir la plusmarca.
A las 1.1.30 almorzó: tortilla, jamón, y un plato de cereales. Tras un pequeño descanso, a las 13.00 se fue a pedalear durante otra hora cuando el hall de su hotel ya estaba repleto de público. Llegó al velódromo a las 14.18 horas. Pedaleó durante casi media hora tras la moto que conducía Iza, que ayer no le sometió a un masaje en toda la regla. No era necesario. Hacía dos días le había sometido a una larga e intensa sesión, reforzada por otra, el jueves, sin cremas ni antinflamatorios. Con el calentamiento, la temperatura y la humedad que reinaba en el velódromo, ya era suficiente. Induráin había previsto que el récord, caso de ser conseguido, no rompiera la rutina de la jornada. No deseaba ninguna celebración especial. "Tras el récord y la rueda de prensa, todos a casa", era la consigna que dio a toda su gente. Una jornada rutinaria, casi igual a cualquier otra.
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