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La hora del entusiasmo

El Madrid ofrece el mejor partido de los últimos años en su presentación

Santiago Segurola

Sucedió cerca de la media noche. Salía la gente madridista entusiasmada de su estadio, satisfechos todos por el fútbol feliz del Madrid, y entre todos había uno que parecía extasiado. Agarró cuatro hojas de periódico y las trabajó hasta formar una pelota de papel. Y allí, en una acera de la Castellana, se dirigió a sus hijos y con un orgullo evidente golpeó aquel balón improbable. Lo hizo con mucho tacto, con la delicadeza del hombre que había aprendido algo momentos antes. "Como Laudrup", les dijo. Luego se fue torero, calle abajo, a celebrar la victoria de su equipo. La hinchada, que ha vivido desganada mucho tiempo, salía por fin feliz de un partido del Madrid.Un aire festivo presidió el partido desde el principio hasta la jugada final. Había futbolistas excelentes en el campo. El Palmeiras tuvo un aire muy brasileña, con futbolistas espléndidos en todos los sentidos. Tenía el Palmeiras materia suficiente para contestar el Madrid. Lo hizo cuando pudo, porque el Madrid se levantó después de cada golpe y cada vez lo hizo con un juego más luminoso. El corte abierto del juego no impidio que el duelo tuviera una tensión apreciable. El Madrid siempre llega a su torneo con aprensión.

En los últimos años, la hinchada ha desfilado cabizbaja por la Castellana después de la presentación de su equipo, con un aire fatalista, presagio de los malos tiempos que finalmento se vivirían en Chamartín. Es un partido que sugestiona al público y a los jugadores, que se sienten muy exigidos. Es decir, no es un partido cualquiera.

El Madrid salió reforzado de una excelente noche de fútbol. Si los síntomas tienen algún valor, estamos ante un equipo que se ha liberado de las cadenas, de ese juego estreñido que le ha caracterizado en las últimas temporadas. En la medida que crecía el partido, aumentaba la satisfacción de los jugadores madridistas. Primero Martín Vázquez y Laudrup hicieron caligrafía y luego se animaron todos. Lo más interesante es que no hubo relación entre la ruta que siguió el resultado y el camino que siguió el Madrid. Cuando peor pintó el partido, mejor fue el juego madridista. La contradicción más sorprendente se produjo tras el segundo gol del Palmeiras. Cabía esperar el desfondamiento o una reacción heroica. Ninguna de las dos cosas. De manera inesperada, el Madrid se lanzó a un juego arrebatado, lleno de detalles, con todos los jugadores enganchados al carro de la fantasía. Y a la cabeza Laudrup, que tiró de repertorio entre el delirio de la afición. Naturalmente llegó el empate en una jugada primorosa de Laudrp y Zamorano. Aquello se hizo imparable. Todos disfrutaban: los futbolistas y el público. Era el mejor Madrid de los últimos años.

En el primer tiempo, que fue más contenido, los madridistas se ganaron media docena de oportunidades. En todas firmó Laudrup, aunque el héroe de la noche era Martín Vázquez, renacido para el fútbol. Después de un largo periodo depresivo, Martín Vázquez recordó al jugador que abandonó el Madrid para acudir al Torino. Jugó, se adornó, se atrevió y buscó. Un gran futbolista que ha estado al borde la extinción.

El Madrid se sintió sacudido por el primer gol del Palmeiras, peró contestó con firmeza. El tanto del empate fue un monumento. Fue una jugada que se inició en el área madridista, prosiguó por la banda izquierda, llegó la apertura de Martín Vázquez a Hierro, que tocó rápido hacia Michel, en la derecha. Desde allí el centro al palo contrario, el cabezazo de Alfonso y la extensión de Zamorano. Una obra de arte.

Con las sucesivas ventajas del Palmeiras y las reacciones inmediatas del Madrid, el partido fue un continuo viaje. Todos sacaron buenas notas, aunque Martín Vázquez y Laudrup, alcanzaron el sobresaliente. El público lo reconoció muy pronto y lo celebró hasta la madrugada, algunos con una pelota de papel y el deseo de darse mechas en el pelo. Todos querían ser Laudrup.

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