_
_
_
_
_

De jóvenes y héroes

Decenas de muchachos desempeñaron un papel decisivo en el rescate

"Me hubiera gustado ser mayor para poder rescatar a los ancianos, pero sólo tengo 11 años y soy aún pequeño", dice Roberto C., que estudia sexto de EGB en un colegio del barrio de Santa Eugenia muy cerca de la residencia incendiada. "Pero un amigo mío, Rubén, que tiene 13 o 14, sí que estuvo dentro y sacó a algunos mayores", agrega Roberto con un chispazo de ilusión en la mirada.Rubén, que vive en los bloques de Virgen de las Viñas, fue uno de los muchachos del barrio de Santa Eugenia que participaron en las tareas de rescate de los ancianos bloqueados por el humo en el interior del edificio. Al menos 80 chicos como Rubén, Miguel o Luis Miguel, con sus zapatos deportivos, sus pantalones a media pierna y sus camisetas veraniegas arremangadas sobre la boca para no inhalar el venenoso monóxido de carbono, se zambulleron materialmente en el interior del asilo humeante -con riesgo real para su integridad- con el propósito de rescatar a los mayores allí atrapados. Sus reflejos fueron decisivos para impedir un desastre aún mayor. La ayuda de los muchachos del barrio surgió casi espontáneamente, explica Encarnación Armendáriz, funcionaria y socorrista.

"Salí disparada cuando vi el humo. En la planta superior la situación era grave. Apliqué el boca a boca a varios ancianos que se asfixiaban por el humo", dice Encarnación, que hace ademán de dibujar un sollozo, pero se contiene. "¿Sabe? es que que me acuerdo de todo lo sucedió y me entran ganas de llorar mucho".

PASA A LA PÁGINA 3

"Ellos guiaron a los ancianos en la oscuridad"

VIENE DE LA PÁGINA 1

Encarnación Armendáriz reemprende su relato tras una pausa provocada por la emoción: "La ayuda de los jóvenes a los ancianos se improvisó sobre la marcha. Entre adultos y muchachos nos repartimos las tareas que había que hacer urgentemente. Bomberos y policías dirigieron el rescate en la planta incendiada, los adultos reanimábamos y los chicos guiaban a los ancianos en la oscuridad".

Los ancianos ingresados en la residencia Levante Centro -curiosamente muchos de ellos levantinos- suelen sobrepasar los 70 años, según una fuente de la residencia incendiada, informa Lucía Enguita. Sus pensiones mensuales oscilan alrededor de 80.000 pesetas. El resto (hasta 200.000 la habitación doble y 145.000 la sencilla) lo aportan sus familiares. En Santa Eugenia hay unos 50 personas cuya tutela ha delegado un juez. Se trata de mayores con senilidad o algunas facultades perturbadas, que en la residencia se denominan ingresos judiciales. En esta época veraniega, además, el centro albergaba a unos 40 ancianos temporalmente, durante las vacaciones de su familia.

Con las facultades menguadas o no, todos fueron evacuados. "Muchas veces los llevaban entre varios a la sillita de la reina. Luego, una vez abajo y fuera de peligro, les sentaban en sillas y les conseguían mantas para que se cubrieran, ya que algunos de los mayores estaban en cama cuando surgió el incendio", añade Encarnación.

"A muchos de los chavales que colaboraron en el rescate, también a los ancianos de la residencia, los conozco bien. Son clientes míos. Los pequeños me compran golosinas; los mayores, caramelos para la tos", explica J. L. C., de 42 años, dueño de un comercio de dulces, que también participó en el rescate.

"El humo era intensísimo, tanto, que mi amigo José, de unos 20 años, que había alcanzado la azotea, tuvo que pegar un codazo contra un cristal porque el humo le ahogaba. Se cortó en el antebrazo y una pierna con los cristales. Tuvieron que darle puntos".

No al protagonismo

"Recuerdo que los bomberos nos pedían a voces que mirásemos en los baños, por si los ancianos, por miedo, se hubieran refugiado allí para huir del humo. No encontramos a nadie", añade J. L. C. "Todo era muy dificil, pero en situaciones así hay que reaccionar a tiempo, como lo hicieron los muchachos de forma admirable".

Entre los jóvenes y voluntarios que participaron en las tareas de evacuación, muy pocos quieren dar sus nombres completos. Prefieren que se empleen sus inciales. Es el caso de Alfonso B., de 21 años, estudiante de Obras Públicas: "No creo que sea una situación como para protagonizar nada", señala, y muestra su deseo de que a sus siglas no se le atribuyan frases que no dijo, como por error, en la confusión de un corredor con humo, se le atribuyeron.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
Suscríbete

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_