El joven

El joven redactor se incorpora a su puesto con la voluntad de triunfar, de hacer su trabajo de modo que, al cabo de los tres meses, una mano cálida se pose sobre su hombro y le diga: "tú puedes seguir".El joven redactor ha estudiado de sobra cómo es el periódico en el que ha comenzado a trabajar, de qué tinte son sus editoriales que azotan la corrupción y la complacencia de otros periódicos, que distinguen tan a las claras unas políticas de otras, que no respetan a quienes no hay que respetar. El joven redactor, además, comparte plenamente la línea editorial del periódico.

Al joven redactor le caen las duras, como es obligado en todo joven redactor. Un hombre se ha suicidado en el centro de Madrid. Carrera, taxi, nueva carrera. Un portero inexpresivo le recibe a la entrada del edificio. Ya se han llevado el cadáver. Ni siquiera el portero, que es suplente, le puede contar nada sobre el muerto. Y no hay familiares.

El joven redactor no encuentra testimonios. Va a la comisaría, al depósito. Nada, el desierto. ¿Cómo va a hacer esa información? Y sabe que esa información formará parte del bagaje sobre el que se juzgará su trabajo. Por eso, llama al redactor experto y le pide socorro. Éste le trata con una ligera actitud desdeñosa, pero le dice lo que tiene que hacer. Un contacto en la policía. Llama, y en tres minutos tiene los datos imprescindibles para no quedar en ridículo. Su moral sube.

En el periódico, el redactor jefe le pregunta. El joven redactor contesta que ya tiene la información. El redactor jefe se hurga, la boca con un palillo y le dice que a qué espera. El joven redactor se sienta a la mesa y se pone a ordenar los datos en el procesador de textos. La información queda, al menos, correcta. Le falta la entradilla y le asalta una terrible duda. Toma aire hasta el fondo y pregunta al jefe:

-Oye, jefe, ¿estamos a favor o en contra?