_
_
_
_

Una mujer sufre un ataque nervioso al ser desalojada de la casa donde ha vivido 26 años

Mercedes Hernández, asistenta, abandonó su casa con un ataque de nervios y en ambulancia. Esta mujer, su marido (albañil en paro) y uno de sus hijos (de 21 años, también parado) fueron desalojados ayer de su modesta casa, una nave que ellos reconvirtieron en vivienda y donde residían desde hace 26 años, en la calle de Brihuega, 9 (Carabanchel). Después de pleitos y juiciospor unas obras con el nuevo dueño del edificio, la Audiencia dio la razón al casero: determinó que la nave no está registrada como domicilio -aunque lleve tantos años habitada- y se ordenó el desalojo.

Medio centenar de vecinos, convocados por varias asociaciones del barrio, se concentraron allí muy de mañana para protestar por la expulsión de esta familia. Todos intercedieron ante el dueño, que compró el inmueble hace siete años, para pedir un nuevo aplazamiento en la ejecución de la sentencia. Pero fue en vano. Después de tres horas de gritos, conversaciones, tiras y aflojas, el cerrajero echó el candado definitivo a la finca.El desalojo ya fue aplazado a principios de junio. También entonces numerosos vecinos de este barrio, próximo al Tercio del Terol, se concentraron para impedir su ejecución. En esa ocasión Juan Torres, el casero, de 79 años, accedió a conceder una moratoria para que los afectados pudieran hallar una solución, que -dado su bajo nivel adquisitivo y los precios de los alquileres- sólo podía consistir en el realojamiento en vivienda pública.

Ayer los afectados le volvieron a pedir un mes más para conseguir la ayuda institucional que aún no han logrado. También los policías y los miembros de la comisión judicial habrían respirado de producirse la tregua, ante el negro panorama de tener que sacar de casa en volandas a una familia necesitada. Incluso el hermano del propietario medió ante él.

Pero todas las peticiones fueron inútiles, el dueño fue tajante y el desalojo se ejecutó, sólo que tres horas después de lo previsto, con Mercedes Hernández gritando fuera de sí víctima de un ataque nervioso y en medio de las imprecaciones y los abucheos de medio centenar de vecinos. La mujer fue trasladada en ambulancia al hospital Doce de Octubre, donde fue dada de alta por la tarde.

"Ya di un aplazamiento y no se arregló nada", afirmaba el casero. "Yo nunca habría pedido que les echasen, pero ellos me denunciaron para que hiciera unas obras en el tejado por unos desperfectos que eran culpa suya y, al final, el juez me ha dado la razón".

La versión de los inquilinos desalojados y de los otros dos que aún continúan en sus pisos es bien distinta. "Desde que este hombre compró la finca hace siete años ha hecho todo lo posible por echamos, con denuncias por obras ilegales cuando poníamos el cable de una antena o por impago cuando era él quien no bajaba a cobrarnos", aseguran.

"Cuando compré el inmueble ya sabía que había varios inquilinos de renta antigua -menos de 5.000 pesetas mensuales-, lo que quiere es echarnos y venderlo todo", añaden. "Nosotros también quisimos comprarle la finca a la anterior casera, pero prefirió vendérsela a él", concluyen.

El casero vive en el piso de arriba de los arrendatarios. Se trata de una casa de dos plantas, de aspecto humilde. La vivienda desalojada, de unos cuarenta metros cuadrados, está levantada en el patio y consta en el registro como nave industrial.

El hecho de que no estuviera inscrita como lugar habitable ha sido determinante para el desalojo, a pesar de que vivían en ella hace casi tres décadas y de que allí nacieron sus tres hijos. Una de las hijas reside en Toledo y la otra en Fuenlabrada. "Ellas no tienen sitio para nosotros", asegura Pedro Romano, el padre, de 59 años. Ayer no sabían dónde vivirán.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_