Barras, estrellas y capea
Los estadounidenses celebran su fiesta con las últimas salchichas de Torrejón
Capea y pollo frito, pasodobles y country. La fiesta del American Club of Madrid, organizada ayer (con un día de antelación) en Talamanca del Jarama para conmemorar la independencia de Estados Unidos, estuvo a caballo entre el genuinamente americano y el tipical spanish. Ni corrida ni rodeo: vaquillas. Y una cierta morriña, también, de la base de Torrejón, que multiplicaba la colonia norteamericana, hoy reducida a 6.000 personas.Sin embargo, antes de recoger definitivamente todos los petates y echar la llave -estos días- a la base aérea, el club consiguió un favor: las salchichas y el maíz que se sirvieron en la comida venían de la ex base de utilización conjunta. La despensa queda ya vacía. "Ahora, la mitad de los norteamericanos somos hombres de negocios, y la otra mitad, jubilados. Hay una cierta nostalgia de la base", señalaba el presidente del club, James E. Dodson.
Pero la añoranza se enjuga rápido. A las 15.45 llegan los marines en uniforme de gala. Uno con la bandera estadounidense, otro con la española y otros dos presentando armas. Antes de que el embajador, Richard N. Gardner, lea el discurso del presidente Bill Clinton -un exhorto a las libertades- suena el himno Barras y estrellas. Muchos lo escuchan con la mano en el corazón.
Además de la mano, Frank Gorga lleva una banderita en el pecho. Tiene 84 años y ha pasado 35 en Madrid. "Me acuerdo de cuando el centro estaba tan limpio que se podía freír un huevo en el suelo". Algo que ha cambiado para bien es el antiamericanismo: "Ahora es menor".
Y el embajador está de acuerdo. "No encuentro antiamericanismo aquí. La guerra fría ha terminado y ahora todos tenemos los mismos problemas", dice Gardner. La colaboración entre España y Estados Unidos "es mejor que nunca y estamos muy próximos en política exterior". "Éste es un buen momento..., yo no he tenido que negociar sobre las bases", bromea. Estrenó el puesto hace nueve meses y aún se siente aterrizando. Pero hay algo que le sorprende mucho: las españolas.
"Las mujeres aquí en los últimos 20 años han dado un cambio sorprendente. Ahora son fuertes y brillantes".
Y mujeres españolas había bastantes en la fiesta organizada en una finca de capeas. Palmira, bandera americana al cuello, explica: "Hago causa común con mi prometido".
-¿Lo pasa bien?
-Lo paso. Las fiestas españolas me parecen más relajadas.
Teresa, que es neoyorquina, ve una diferencia similar entre la ciudad del Hudson y la del Manzanares. "Aquí la gente se relaja más. Toma unas cañas al salir del trabajo. Se está más en la calle".
A las cinco, no en punto, de la tarde, comienza la capea. Adela López de Lerena, que alterna EE UU y España, se instala en la presidencia, abanico en mano. "Allí me dicen que soy muy española y aquí que soy muy americana. Al final no sé lo que soy". "Come on, people", Dodson anima a los candidatos a marear la vaquilla.
A la sombra, Felipe Lobo, chamberilero con nacionalidad estadounidense, aúna sus dos tierras. "España puede aprender de las leyes americanas..., pero el restaurante Botín es más viejo que los Estados Unidos".
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.