Lenta agonía, dulce asistencia

Hace unos días ha fallecido mi padre en la residencia Montserrat de Madrid. Al tener ya 88 años, esto no sería noticia; pero yo quiero que lo sea porque es digno de comentario el modo de hacerlo. Me explico.Mi padre ha tenido una lenta agonía de un mes, aproximadamente, producida por su edad, y ha estado asistido en todo momento por personas maravillosas de las que no puedo hacer más que loas. Es cierto que no todas las residencias de ancianos tienen buena prensa, pero en este caso no cabe mayor bondad, mayor amor al prójimo. Desde Emilio Zaballos, el director, pasando por Milagros, la enfermera extraordinaria, y llegando a sor Teresa, sor Inés, los celadores, etcétera, han cumplido su misión de una forma que sí es noticia en un mundo en el que nos movemos con la mente llena de imágenes del telediario, de noticias de atentados, etcétera. Nos llega a confundir tal comportamiento. Por eso he pensado que puede ser una buena noticia decir que en una casona del centro de Madrid existen gentes que aún saben amar al prójimo como a sí mismos . Y que esto, que parece tan extraño y que suena incluso raro, aún se da.Con esta carta quiero agradecer a las personas de bien que hay en el mundo que me hayan hecho ver que no todo es falsedad ni materialismo, que todavía podemos confiar en algunas personas. Y prometo desde ahora que no veré el telediario. Será la única forma de que mi mente no se vuelva a prostituir.