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ELECCIONES 12-J LOS POPULARES

Celebración de la derrota

Los seguidores del PP bailan 'bakalao' en la calle de Génova para celebrar la victoria frente a González

El millar largo de simpatizantes del Partido Popular que acudió anoche a la sede del partido en la calle de Génova, 13, parecía celebrar con más ganas la derrota del partido socialista que la victoria del partido encabezado por José María Aznar, a tenor de los comentarios y lemas que se escucharon una vez conocidos los pri meros sondeos: ¡Se acabó!, ¡Felipe, idiota, acepta la derrota!, ¡Que se vayan!, o ¡Se acabó la corrupción! eran los gritos más jaleados.A partir de las nueve de la noche, un invisible director de escena gritó ¡acción! en el inmenso plató en que se convirtió el tramo central de la calle de Génova, en pleno centro de Madrid. Andamios para las cámaras, una pantalla tipo satélite de Retevisión sobre un camión y los inmensos altavoces facilitaban la impresión de que aquello era un rodaje de Spielberg.

Aún pasaban por allí los coches, y los de a pie, de a ocho en fondo, presentaban armas a los automovilistas. Guiños, dedos en uve -de los taxistas, sobre todo- y brillo en los ojos se transmitían de un lado a otro de la calzada. Las mujeres mayores fueron las que acudieron antes, dispuestas a aguantar lo que pudiese el cuerpo. Porque los primeros congregados bailaban todo lo que sonaba por megafonía: desde rock and roll, cuyos compases seguían las señoras en traje de chaqueta bailando agarrao, hasta la música mákina, machacona, que se utilizó de precalentameinto sonoro para la aparición de José María Aznar, muy pasadas las once de la noche.

"¿Esto es un partido de fútbol o unas elecciones?", se preguntaba un viandante confundido, o con mala uva, ante los gritos de los seguidores del Partido Popular entonando el Campeones y haciendo sonar los cláxones, de los coches. En los alrededores de la plaza de Colón, y sobre todo en la calle de Goya, la zona conservadora por tradición de la ciudad, la noche era un sonido unánime estridente, reflejo de la euforia colectiva. La Policía Local vigilaba con paciencia, mientras los coches de los populares mantenían bloqueada la Castellana. Pero algunos de estos coches se acercaron hasta la calle de Ferraz. Sus ocupantes bajaron ante la sede del PSOE, lanzaron gritos contra los socialistas y varios de ellos, con banderas, alzaron el brazo haciendo el saludo fascista.

Hacia las nueve y media, la diputada Celia Villalobos se asomó a un balcón de la sede del PP, anunció la victoria y, de paso, pidió un poco de civismo a los concentrados, que cortaban el tráfico. "¡Esperad hasta las once, cuando salga a hablaros José María Aznar!". La deferencia de la diputada se quedó en un gesto, ya que la policía había cortado casi toda la calle, que permaneció bloqueada a los vehículos hasta bien entrada la noche.

"Cada vez que avanza el escrutinio, la victoria del PP se va consolidando". Una ovación cerrada siguió durante un minuto a estas palabras de Francisco Álvarez Cascos, pronunciadas hacia las diez y media. El gentío, eufórico hasta el estallido en lágrimas, casi impide al secretario general de los populares leer los resultados parciales por comunidades autónomas. Cuando comienza a hacerlo, los grifos suben de decibelios y las palmas se rompen en aplausos al conocer la amplia victoria porcentual en dos comunidades emblemáticas en los últimos tiempos para los electores del PP: Galicia y Madrid. El alcalde de la capital, José María Álvarez del Manzano, estaba allí, entre la multitud.

Aznar se hizo esperar, entre una bulla ya por entonces ensordecedora, más aún después de la música bakalao que se utilizó entre que comparecía y no comparecía. Primero habló Abel Matutes, que agradeció a todos su apoyo y habló de que el día de ayer fue la fiesta de la democracia. Se notaba la impaciencia del gentío, deseosa de la aparición de la primera figura. Y entonces salió Aznar. Los rezagados corrían calle abajo desde Alonso Martínez, -¡Que ya ha está hablando!-, no querían perderse las primeras palabras de su líder.

En cuanto empezó a dirigirse a ellos el presidente del PP, sus seguidores, que en dos horas se habían cuatriplicado en número, le interrumpieron para volver a utilizar el insulto contra González. Si ya antes le habían llamado "idiota", ahora buscaban un taco que rimase con dimisión. Ante la ofensa verbal, José María Aznar les hizo callar para darles una dosis de buenos modales, la segunda después de la de Celia Villalobos. Para justificarles, en cualquier caso, dijo que entendía que "habían esperado bastante". Un anciano, cabizbajo, asentía y hablaba para sí mismo: "Si, si, ya era hora, éste es el momento".

A decenas de metros de allí, en la recoleta plaza del Conde de París, estaba cercado un espacio para la celebración de la fiesta, con una pantalla de televisión y un escenario. A las nueve, la tarima se terminaba de poner. La incertidumbre era tal que la organización no se atrevió a hacerlo antes. En las barras, camareros pintones y arregladísimos esperaban aburridos. La fiesta de verdad estaba en Génova.

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