Un imposible más
Berzin aumenta su distancia tras la cronoescalada del Bocco.
CARLOS ARRIBAS "Milano é Lontano", dice Echávarri. Se impone, pues, la teoría de la Liga. "Queda mucha Liga", decían los jugadores del Barça justo antes, incluso, de la última jornada. "Siempre se dice que la Liga la perdió el Deportivo, pero el Barça estaba ahí". La pájara de Berzin no llega. Quizás el peor día para esperarla era la contra reloj de ayer.
El programado ruso de acento italiano funcionó ayer a la perfección. Pantani estuvo a su altura. En las escarpadas colinas que bordean Génova, Induráin se marcó otra lección. Y los tres dejan todo en un cara a cara, en la búsqueda del momento en que no haya ni siquiera que atacar, en que un simple gesto de la mano-como amagando un empujón, sirva para derribar todos los castillos ajenos.
Miján está lejos, pero el Girose acerca a toda velocidad. También está la lectura preocupante: vale, el Induráin malo, el de las pájaras y las alergias, perdío mucho tiempo, pero seguía ahí, con el Giro al alcance de su mano en cuanto la alargara un poco, decía el optimista. Y le vuelve a responder el pesimista: vale, pero el Induráin bueno, el que ayer se comía con la bicicleta rampas inverosímiles, el que subió como nunca, el que no se dejó ganar ni 10 segundos por el pájaro escalador, por el todo huesos y fibra Pantani, ese Induráin no ganó la etapa; ni siquiera mantuvo las distancias. Se vio superado por un ruso todo clase y ciencia. Pero, en el medio, siempre, Induráin el realista.
Dice uno del equipo que suele recoger sus confidencias, esas palabras que dice no de cara a la galería, sino en la intimidad: "Me ha dicho Miguel que qué bien están las etapas de fin de semana, las de los Alpes franceses. Sobre todo la de Sestriere". Interpretando: Milán está lejos y queda mucha Liga. Y si Berzin no cae por su propia inercia habrá que hacer algo para empujarle, para que entre en esa crisis que tanto teme. Ese algo tendrá que ser un buen ataque en el momento justo. Está en el límite a punto de estallar. Pagará el esfuerzo el ruso impasible. Tiene que caer. Es la Cionvicción. Pero son más de tres minutos la distancia que los separa.
Induráin, además, no es ni siquiera segundo en la general. Entre él y Berzin hay otro imposible de la naturaleza en estado de gracia. Un hombre, Pantani, que se vacía y resiste. Un murciélago ligero que lo hace todo al revés, al menos en la cronoescalada del llano, pero que no suelta las garras de la rama de donde cuelga. Un chaval con una idea fija: oportunidad única de ganar el Giro no la dejes escapar. El ratero con cara de ángel que despista siempre a la policía. El hombre no fichado que con el paso del tiempo -dejadez, pereza y otras cosas en la cabeza- se convierte en el enemigo público número dos. Si Pantani puede ganar en su vida algún Giro es éste. Y él lo sabe. También conoce su valor de comodín: Induráin siempre se apoya en alguien cuando ataca, busca los más inesperados recursos tácticos para sacar el máximo provecho del mínimo desgaste.Induráin, cree Pantani, necesita alguien como ese volador de Desenatico, que le marque el camino en las cumbres. Entonces, ¿cómo superarle?.
Las piernas de Induráin, su cabeza, tienen la respuesta. Deux, Alpes y Sestriere, los finales en alto que le quedan a este Giro insuperable, son las preguntas.
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