Oratoria en la era del fax
No son clónicos: es que están bien comunicados. Por eso, de Felipe González a Luis Planas, pasando por Cipriá Ciscar o el vicepresidente Serra; de Guerra -aunque su discurso sigue siendo el más personal. en estilo virulento- a Carmen Hermosín, de Manuel Chaves a Rodríguez de la Borbolla -dejando aparte a Morán, que va a su aire, y a Mendiluce, que improvisa con la facilidad del nuevo creyente-, todos articulan discursos en los que no sólo el sentido es el mismo, sino que repiten literalmente frases cuya autoría resulta imposible de localizar. Sin duda se intercambian, mediante fax, las ocurrencias. Sólo cambia el estilo, aunque el toque González ha hecho estragos, sobre todo en los líderes menores, que hablan sin puntuar los agudos y en tono algo nasal, de forma que, si cierras los ojos, crees que te encuentras ante un presidente del Gobierno sorprendido en medio de un catarro. La gran revelación de esta campaña ha sido Narcís Serra, que gracias a su logopeda ya no se parece a Serra, con lo que, quien quiera escucharle de verdad, debería pedir que actuara en los mítines el imitador Figuerola.El vicepresidente ha conseguido algo verdaderamente admirable: eliminar no sólo los de que estaban de más en su oratoria, sino también los necesarios, y se ha quedado únicamente con los imprescindibles, lo cual es poco. No debe decir "Estoy orgulloso que los socialistas...", aunque siempre es mejor que diga esto que "Estoy orgulloso de que los de socialistas... ". Puede decirse que el logopeda se pasó pelín en la poda, aunque no haya conseguido, por ahora, convencerle de que ése o ésa no pueden usarse indistintamente, como adjetivos o como adverbios, cualquiera que sea el lugar al que se quiere referir: junto al micro o en una lejana galaxia.
Por lo demás, Serra está espléndido. Como aquel personaje de los dibujos animados de Vicki el vikingo que pegaba saltitos y repetía: "Estoy entuiasma-do", se le nota que disfruta con su nueva actividad de parlanchín sin fronteras, y se dirige al respetable con el regocijo de la señora mayor que nunca ha dicho un taco y descubre que el mundo no se cae cada vez que exclama: "Jolín". Los pequeños gallos que soltaba al final de cada frase han sido eliminados también y, a cambio -la idea me Parece magistral-, le han dotado de una especie de ronquera que le da a sus intervenciones un desgarro muy de corrido mexicano, bastante sexy, con un no sé qué pendenciero, muy viril. De verdad.Es de aplaudir, también, en las intervenciones del vicepresidente, su talante risueño, no resentido -como otros-, sino como de estar disfrutando de la vida y querer que todos la disfruten con él. Es un hombre que inspira confianza, imagino, a los espectadores mayores: algo así como el yerno economista que está bien colocado y tiene cabeza suficiente para garantizar la seguridad de la familia. Cuando asegura que "Felipe no se va a marchar", la gente siente que no lo va a hacer porque Serra va a ser el primero que no le va dejar, y todos, al final, abandonan sus asientos más relajados, convencidos de la continuidad del socialismo y de las pensiones. Destaca Serra entre todos los otros mitineros, y eso hace que una se pregunte por qué no nos comunican de una vez quién es el dichoso logopeda y su número de teléfono. Con las ganas que tenemos todos de mejorar.
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