La velocidad y el tocino
La fiesta de la bicicleta y un cocido popular despiden la semana de San Isidro
San Isidro se despidió con la velocidad de la fiesta de la bicicleta (fue más rápida que otros años porque hubo menos participantes que de un macrococido. Ninguna de las dos citas congregó multitudes. Los madrileños evitaron confundir la velocidad con el tocino.Los 20.000 ciclistas madrileños respetaron este año la tradicional impaciencia de los automovilistas. La escasa asistencia a la fiesta de la bicicleta originó mínimas molestias a los conductores. En menos de dos horas la ciudad quedó libre para los tubos de -escape. Fue un día para velocistas; sin atascos. Pero el gozo resultó efímero y pasajero. "Dos horas en un año para las bicis, ¿no es muy poco?", comentaba un aficionado.
Los organizadores habían preparado esta decimosexta edición de la fiesta de la bicicleta con minuciosidad. Para evitar los irritantes pitidos se habían marcado tiempos intermedios límites. Según el primer control, a las 10.45 la carrera se debería haber cerrado en Colón. Los rezagados deberían dejar la bici por otro medio de locomoción más rápido: el camión escoba. Pero, curiosamente, a esa hora la cola del pelotón hacía rato que había pasado por ese punto y afrontaba los últimos kilómetros.
Todo se vino abajo porque en las cábalas de los organizadores -la COPE y el Ayuntamiento- no se previa una participación tan escasa. Solo 20.000 ciclistas se dieron cita a las nueve de la mañana en la calle de Menéndez Pelayo, junto al Retiro madrileño. La participación más pobre en 16 años. Hace dos años se reunieron 300.000.
El alcalde de Madrid, José María Álvarez del Manzano blandía el arma en la meta y justificaba la escasa asistencia: "El tiempo lluvioso no anima a la participación", decía.
Soldados sin hambre
Pocos soldados de reemplazo quisieron probar una de las 12.000 raciones de cocido gratis que hirvieron ayer en la plaza Mayor a, favor de Aldeas Infantiles.
Los preparativos comenzaron hace 15 días en la Agrupación de Abastecimiento del Ejército, pero se intensificaron el viernes pasado. Una treintena de soldados sin permiso de fin de semana se vieron obligados a pelar los 2.000 kilos de patatas y trocearlas. Tuvieron que cortar con precisión -ni muy grandes ni muy pequenos- 700 kilos de carne y 550 kilos de gallina, y pelaron hasta hartarse 400 kilos de zanahorias y otros tantos de tocino.
Los garbanzos se ablandaron solos en dos piscinas de plástico que, colocadas a la intemperie, recibieron las bondades de la lluvia caída a lo largo del fin de semana. "La lluvia no hace daño a nadie", señaló Victoriano Rolín, el cocinero de 25 años que se hará cargo de la próxima edición del cocido madrileño, pues Isidro, el cocinero maestro, se jubila.
La plaza Mayor empezó a oler a cocido a las once de. la mañana. Miles de personas siguieron su nariz y se plantaron en una de las 14 colas. Algunos1levaban platos, y otros, cazuelas parace.
"Este cocido no falla, porque empleamos un procedimiento militar: al toque del silbato, los chicos echan los garbanzos y a cada pitido, introducen los ingredientes", explica el coronel José Luis Costas Lagunas.
Paco Siles pidió permiso para acudir el sábado pasado a Málaga a la comunión de su hermano, pero lo pusieron a trocear morcillo.
"Cada uno debería hacer el cocido, en su casa y sabría mejor", comenta, sin llegar a perder su buen humor.
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