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Induráin contra el imperio italiano

El corredor español tendrá la oposición del mejor ciclismo del mundo en su intento del tercer Giro

Carlos Arribas

Noticias contradictorias han estado alimentando los teletipo las últimas semanas. La rodilla de Miguel Induráin estaba en el centro nutritivo. Que si cruje, que si no; que si este año no, que se acabó lo que se daba; que paciencia y tiempo al tiempo. Al final, la confirmación, la palabra mágica que rompe las dudas: "Tengo la ilusión de hacerlo bien". Que traducido por los indurainólogos de pro viene a decir algo así como "tranquilos, que esto marcha".O sea, lo de siempre: "Mi principal objetivo es el Tour y vengo al Giro a rodarme; luego, si la cosa va bien, intentaré ganarlo". Y van tres años.

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La palabra "ilusión" es la clave. Dice su director en el Banesto, José Miguel Echávarri, que cuando Induráin habla de que tiene ilusión por ganar una carrera es que sabe que puede ganarla. "Ha terminado la fase de rodaje y ya se ha abierto la veda de las victorias para Miguel", dice Echávarri. En la reciente Vuelta del Oise, una prueba pequeña, ya se mostró. La presión, el gran enemigo de tantos, ha pasado a ser un aliado para Induráin. Así, puede sonreir cuando se le hacen los cargos: es que tienes que ganar el tercer Giro, que si no se piensan que no estás a tu nivel y se te suben a las orejas. "Por no ganar una carrera no pasaría nada", responde él imperturbable. Y sin embargo, sabe que gran parte de culpa de su éxito en los Tour la ha tenido sus victorias en el Giro, desmoralizantes para unos rivales -Chiappucci, Bugno, por ejemplo- que veían en junio, cuando ellos echaban el resto por su carrera, que Induráin les derrotaba y eso que sólo iba a prepararse. El rival más duro en el pasado Tour, Tony Rominger, no participó en el baño rosa. Este año, tampoco. Así, el suizo sigue considerándose inmune a los poderes hipnóticos del navarro.

Un enemigo menos. Quedan los rivales de este año y el recorrido. El imperio italiano, el ciclismo que ha deslumbrado esta temporada, y un trazado imponente de montañas.

La victoria del año pasado fue una obra maestra de la estrategia y de la diplomacia. Echávarri logró que Induráin permaneciera en la sombra dos terceras partes de la carrera; que otros equipos, el de Argentin, el de Leali, trabajaran a su favor gracias a la teoría de los objetivos diferentes con armas coincidentes. Logró que todas las jornadas de peligro, esas en las que el líder debe manejarse solo, se resumieran en una subida, la de Oropa, y ya la víspera de Milán. Y este año la teoría no ha cambiado. "Sabemos que Argentin es el diablo, que tiene instintos asesinos", explica Echávarri. "Pero también sabemos que nos podemos beneficiar mutuamente y que llegará un momento en que cada uno intente asestar la puñalada por la espalda al otro. Estamos prevenidos".

Moreno Argentin, de 33 años, es un corredor que no es favorito para ganar el Giro pero que tiene en su poder la llave del candado que guarda la maglia rosa. Echávarri coge un posavasos de la cafetería y se pone a dibujar: un círculo, y dentro el nombre de Argentin; de él salen tres brazos: Berzin, Furlan y Ugrumov, los corredores estrella de su equipo, el Gewiss; luego cierra la circunferencia y queda configurado un volante, manejado por el viejo veneciano. "El, Argentin, dirigirá la carrera, y nosotros, a su lado". La teoría permanece.

Argentin, el hombre que dirigió magistralmente desde la carretera a un deshauciado Ugrumov hasta convertirlo en oposición creíble el año pasado, parece dispuesto a cambiar la práctica. "El año pasado nos acusaron de conformismo", dice Argentin. "Y quizás dejamos los ataques para la última semana. Este será diferente: pondremos a prueba las piernas de Induráin desde el principio. Tendremos que logar que no llegue a la montaña como siempre, a la defensiva".

Esta amenaza resultaría preocupante si fuera verdadera. In duráin, que llega este año al Giro con menos kilómetros en las piernas -alergias y rodilla, culpables- que otras temporadas ha anunciado que espera coger la forma en una primera y tranquila semana. Y si verdadera, además de asesina, tendría su componente suicida. "Puede acabar con Induráin, eso ya lo veremos, pero también con otros enemigos italianos, con Bugno y Chiappucci, y hasta con sus propios corredores", confía Echávarri. Para el director navarro Argentin es quizás el más inteligente y ese anuncio a bombo y platillo no le parece digno de él.

Giorgio Furlan, uno de sus puntales, tuvo que retirarse en la Vuelta a Romandía después de una caída y ha tenido que entrenarse aparte. Mal asunto: Furlan alcanzó la mejor forma en marzo y para mantenerla hasta finales de mayo se entregaba a fondo; puede significar una mala puesta a punto. Uno al que no le conviene un comienzo fuerte.

Lo mismo vale para Piotr Ugrumov. El teniente letón apenas ha competido esta temporada después de romperse la clavícula en la Semana Catalana. Él mismo reclama árnica para los primeros días.

El caso contrario es el del tercer puntal. El ruso Eugeni Berzin es joven, 23 años, y se ha machacado con fuerza. Ganó la Lieja-Bastogne-Lieja y tuvo grandes actuaciones en la Vuelta al país Vasco, donde fue segundo tras Rominger. Demasiado intensa parece la primavera vivida para su ternura, para que pueda enfrentarse a gusto a los hombres que ya piensan en el verano.

El resto es enigma. Empezando por otro ruso, Pável Tonkov. Dos veces consecutivas, los dos últimos años, acabó este nativo de Ichevsl de 25 años con la maglia blanca que distingue en el Giro al mejor joven. El pasado, incluso, terminó quinto. Siempre a la sombra protectora de Maurizio Fondriest. Pero este año, no. Su jefe se ha operado de la espalda y es baja. Por primera vez, Tonkov, un hombre con clase, buen escalador, contrarrelojista de la escuela rusa recriado en Italia, luce un dorsal terminado en uno. Y es un enigma porque son demasiadas novedades para un hombre que sólo brilla en el Giro.

Más misterios: los viejos, Chiappucci y Bugno, que se pasan los inviernos buscando las vueltas a su preparación para dar con el punto que les permita mover al mundo; Mejía, Rijs y Jaskula, los acompañantes gomosos de Induráin en las cumbres del Tour; los que se saque de la manga Ferretti, el mago director del GB-MG; puede que Richard o, si no, el desconocido de todos los años.

Y una sentencia: "Después de la contrarreloj de Follonica [8ª etapa] se verá el papel de cada uno: quién será alfil, quién caballo y quién rey", Echávarri.

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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