"Sí no se ataja la corrupción, España perdera credibilidad"
Designado el jueves por el Gobierno en sustitución del popular Abel Matutes, Marcelino Oreja será nombrado hoy comisario europeo de Transportes y Energía.
A sus 59 años, el que será a partir de hoy el segundo comisario español en el órgano ejecutivo de la Unión Europea ha tenido una dilatada carrera política internacional. Fue ministro de Asuntos Exteriores (1976-80), secretario general del Consejo de Europa (1984-89), presidente de la Comisión Institucional del Parlamento Europeo (1989-93) y, desde hace casi un año, es el primer diputado del PP que encabeza la comisión parlamentaria española encargada del seguimiento de los asuntos europeos.
Pregunta. Desde el mismo Gobierno que le ha propuesto para el cargo hay personas que no parecen del todo convencidas de su elección. Señalan, por ejemplo, que no le seduce la doble cartera que hereda, a pesar de que ha adquirido gran importancia para España. ¿Es cierto?
Respuesta. Son dos carteras de las que más me interesan. Pocos sitios hay como ése desde donde se pueda armonizar tan bien el interés europeo y el español. Sobre todo en materia de transportes con el desarrollo de las redes transeuropeas. Sólo otras carteras como Competencia, Política Regional y Agricultura pueden tener tanto atractivo desde un punto de vista español. Si pudiera conservarlas más allá de diciembre, cuando expire el mandato de la actual comisión, no dudaría en hacerlo. Desgraciadamente, hay una regla no escrita que prevé que los comisarios roten. Desde mi nueva Comisaría seguiré, no obstante, ejerciendo una especial vigilancia sobre esos dos sectores:
P. Seguimos con los reproches. Se acusa también, en voz baja, a Abel Matutes de no haber tenido excesiva prisa por irse de Bruselas, a pesar de que está dedicado de lleno a la precampaña electoral; y a usted de tomarse demasiado tiempo para incorporarse.
R. Me limito a cumplir los plazos. No es correcto precipitar los acontecimientos. No debo empezar a enredar antes de estar investido de los poderes que me corresponden. Sería además una descortesía hacia Matutes, que está en funciones hasta hoy, 27.
P. Acabamos con los reproches. Algunos altos cargos de la Administración temen que usted sea un político demasiado componedor como para desempeñar un cargo que exige estar casi siempre con la espada en alto.
R. Mi trayectoria refuta ese argumento. Como delegado del Gobierno en el País Vasco (198082), negocié duramente el concierto económico y la creación de la policía autónoma. Como secretario general del Consejo de Europa, dejé claro desde el primer momento que no deseaba ser reelegido para conservar toda mi independencia. No creo, sin embargo, que sea necesario levantar la voz para dar la impresión de ser firme. Tampoco creo que las buenas maneras estén reñidas con una negociación enérgica.
P. El Gobierno le ha garantizado que seguirá siendo comisario en el siguiente Ejecutivo comunitario, que se estrenará en enero. ¿Que cartera le gustaría?
R. Me parece importante estar en un área donde se presuma la competencia. He sido, entre otras cosas, ministro de Exteriores y presidente de la Comisión Institucional del Parlamento Europeo. Ahora bien, soy consciente de que el presidente de la Comisión deberá hacer un encaje de bolillos cada vez más dificil. ya que, tras la ampliación, el número de comisarios aumentará.
P. Numerosos diplomáticos encargados del seguimiento de los asuntos europeos aseguran que Abel Matutes ha colaborado más desde Bruselas con el Gobierno que su homólogo socialista, Manuel Marín. ¿Continuará usted esa cooperación?
R. El comisario no sustituye al representante permanente de España [embajador ante la UE]. Debe defender un interés europeo compuesto Por intereses nacionales. El mejor intérprete de un determinado interés es el comisario de esa nacionalidad. De ahí mi interés en mantener una relación fluida con el Gobierno y con las fuerzas políticas y sociales del país del que es originario. Sólo así sabré interpretar el interés nacional y defenderlo. Creo que el Gobierno español no tiene queja alguna de mi etapa al frente del Consejo de Europa.
P. ¿Ha negociado bien el Gobierno la ampliación de la UE a cuatro nuevos miembros?
R. Para España tuvo dos aspectos clave: la pesca, con su vertiente de recursos, donde no se logró todo lo que se quería, y el acceso a las aguas, donde se consiguió lo que no se había arrancado en la negociación de 1985. En el otro aspecto, el institucional, con el consiguiente mantenimiento de la minoría de bloqueo, se ha obtenido un cierto éxito a medio plazo, de cara a la futura conferencia intergubernamental. A corto, sin embargo, el compromiso de loanina sólo sirvió para salvar la cara. Los negociadores españoles deberían reflexionar sobre lo innecesario que resulta adoptar posturas aparentemente firmes cuando luego se cede. Así se pierde credibilidad.
P. Hace un año, el semanario británico The Economist aseguraba que España gozaba en Europa de un mayor peso político que Italia. ¿Cree que fue así?
R. Sí. Tuvo un gran prestigio político no sólo el Gobierno, sino el conjunto de la sociedad.
P. ¿Resta fuerza a la política exterior del Gobierno la divulgación de escándalos de corrupción?
R. Que un Gobierno sea minoritario o de coalición no influye. Los titulares de numerosos medios de comunicación extranjeros han hecho, sin embargo, saltar por los aires la imagen intachable de España que tenían las cancillerías, las organizaciones internacionales y millones de ciudadanos. Si se adoptan rápidamente medidas drásticas el daño no es irreparable. Si no se aplican, no sólo el prestigio, sino la credibilidad internacional de España resultará afectada.
P. ¿Haría el PP desde el Gobierno otra política exterior?
R. La política exterior es el área de mayor consenso entre el PP y el Ejecutivo. La crítica de mi partido no se centra tanto en la política comunitaria, sino en la económica, que nos aleja de Europa, que hace cada día más inalcanzables los criterios de convergencia para acceder a fin de siglo a la última fase de la unión económica y monetaria. Nuestra segunda aran divergencia es la voluntad de desregulación y liberalización que nos anima y que el Gobierno no comparte, aunque existen en su seno voces discrepantes.
P. ¿Cómo ve el futuro de Europa?
R. Sería bueno, a partir de 1996, institucionalizar los diferentes ritmos de integración, no sólo en lo económico y en lo monetario, sino también en lo político. Me gustaría que España pueda estar en ambos casos en primera fila. El Tratado de Maastricht fue un gran parche a una tela cortada en 1957. Ahora, la conferencia intergubernamental de 1996 debe cortar un traje nuevo. Me pregunto si ese traje no debe ser una Constitución y de corte más bien federalista. Después de todo, un Estado tiene mucho más peso en la RFA que un Condado en el Reino de Dinamarca.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.