Pero ¿dónde está Jorge?
, Había cámaras de todas las cadenas de televisión, reporteros confundidos entre el trajín de pasajeros que iban y venían de Barajas, curiosos que miraban asombrados el despliegue y fanáticos que morían por el autógrafo de Fernando Redondo. En la sala de espera, los jugadores mataban las tres horas de espera hasta el embarque del vuelo hacia Pamlona. Unos charlaban, otros dormitaban en los butacones y algunos gastaban sus energías en fogosas partidas de cartas. Detrás de una columna, ajenos al estado de ansiedad que dominaba el lugar, Latorre, Ezequiel Castillo y Ángel Cappa dirimían sus habilidades con los naipes. No había nada más importante en este mundo que aquella partida magnífica. Parecía que eran los únicos despreocupados por la ausencia de Jorge Valdano.
Las tres horas de estancia de la expedición del Tenerife en Barajas animaron las conjeturas sobre el destino de Valdano. Los periodistas buscaron primero entre las butacas, los rincones y los quioscos de libros, un lugar muy adecuado para localizar al huidizo entrenador del Tenerife. Pero Valdano no aparecía, y cada minuto de ausencia alimentaba la certeza de su reunión con Ramón Mendoza. Era tan dificil creer la teoría de la evaporación que sólo cabía suponerle junto al presidente madridista.
La espera se convirtió en juego. Cámaras y periodistas quedaron apostados junto a la puerta de embarque, a la caza del hombre que faltaba en aquel escenario. Las miradas se volvieron más nerviosas. Los reporteros buscaban a su hombre, y los expedicionarios también. Jugadores y directivos ojeaban sus relojes, cada vez más preocupados por la inminencia del vuelo.
"Pero ¿dónde está Jorge?", era la pregunta general. Todos lo suponían, pero nadie lo sabía. Y en cualquier caso, Valdano no llegó para contestar. Encontró la puerta precisa en el laberinto del aeropuerto y burló la defensa periodística con la habilidad de un hombre que ha dedicado los mejores años de su vida a burlar la vigilancia de los zagueros.
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