Vuelve a Francia la vergüenza de Vichy
Un ex colaborador de los nazis comparece ante los tribunales por crímenes contra la humanidad
Una era negra de Francia, encarnada en un anciano, se sienta hoy en el banquillo de los acusados. Paul Touvier, de 79 años, comparecerá ante un tribunal de Versalles bajo la acusación de complicidad en la comisión de crímenes contra la humanidad. Touvier es el primer ciudadano francés juzgado por ese delito imprescriptible, cometido, según la acusación, el 29 de junio de 1944, cuando el entonces joven inspector general de la Milicia en Lyón entregó siete presos judíos a las fuerzas nazis para que fueran fusilados como represalia por un atentado de la Resistencia. La Francia de Vichy, colaboracionista y antisemita, cuidadosamente eliminada de la memoria colectiva al fin de la guerra, se asomará al presente con Touvier.Condenado a muerte en rebeldía por dos veces, en 1946 y 1947, Paul Touvier había conseguido escabullirse al fin de la guerra y, bajo el nombre falso de Paul Berthet, permaneció oculto hasta 1972. El 25 de mayo de ese año, un periodista del semanario L'Express, Jacques Derogy, le descubrió viviendo tranquila mente en su vieja mansión familiar de Chambéry, cerca de Grenoble.
Touvier había robado medio millón de francos en los días confusos de la Liberación, lo que le evitó cualquier apuro económico. Pero, sobre todo, disfrutó luego de un apoyo incondicional por parte de la jerarquía católica. Obispos y cardenales le protegieron siempre y le proporcionaron cuanto necesité: documentación falsa, cobijo, contactos.
Monseñor Charles Duquaire, secretario particular del cardenal prelado Gerlier, cuidó de Touvier hasta el extremo de solicitar, una y otra vez, el perdón gubernamental para el ex colaborador de los nazis. En 1963, cuando le llegó la primera petición de gracia, el general Charles de Gaulle dio una respuesta tajante: "¿Touvier? Doce balas en el pellejo". Pero el sucesor del general, el presidente Georges Pompidou, cedió a los ruegos católicos. En 1971, con Touvier aún en paradero desconocido, Pompidou le otorgó un perdón parcial, basado en la necesidad de olvidar de una vez por todas "ese tiempo en que los franceses no se amaban".
La localización de Touvier por la prensa, en 1972, obligó a desenterrar su expediente. Uno de sus crímenes, el que llevó a la muerte al grupo de judíos, era imprescriptible y no quedaba afectado por el perdón. En 1979, con gran lentitud judicial, se reabrió su caso. Dos años y cuatro jueces más tarde, en 1981, se lanzó contra él una orden de busca y captura. Pero Touvier había vuelto a escabullirse, oculto en distintos conventos y centros religiosos que seguían a su disposición. La cooperación eclesiástica con el presunto criminal de guerra acabó haciéndose tan comprometedora que, en 1989, el cardenal primado Albert Decourtray creó una comisión de investigación histórica para depurar responsabilidades.
Touvier fue por fin detenido, en un priorato integrista del sur de Francia, el 24 de mayo de 1989. El proceso judicial siguió, desde entonces, una trayectoria tan tortuosa como la del propio encausado. En abril de 1992, entre gran escándalo, el Tribunal de Apelación de París ordenó el sobreseimiento del caso. En noviembre de ese mismo año, el Tribunal de Casación ordenó la reapertura. Meses más tarde, en 1993, otro antiguo colaborador de los nazis, René Bousquet, fue absurdamente asesinado antes de comparecer ante los jueces. Touvier es el último testimonio de aquella Francia oscura y desagradable que durante 50 años se ha ocultado pudorosamente bajo el manto heroico de la Resistencia.
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