La plantilla acaba con Romero
Gil se ampara en la opinión de los jugadores del Atlético para destituir al técnico
José Luis Romero ya no es el entrenador del Atlético. La voluntad de la plantilla se ha impuesto. La tensa discusión sostenida entre el técnico y los jugadores en la noche del miércoles, tras la derrota ante el Sevilla (2-4), desbordó los acontecimientos. Ayer, una representación de jugadores transmitió sus diferencias tácticas y personales con Romero a Miguel Ángel Gil, el director general del club. Tras consultar con su padre, el presidente, se acordó que el entrenador ya no viajara a San Sebastián. Ovejero dirigirá al equipo ante la Real Sociedad.Gil Marín se reunió por la tarde con Romero durante más de dos horas, en presencia de Clemente Villaverde, el gerente, e Iselín Santos Ovejero, el segundo entrenador, y pactó la destitución. "Dependo de los jugadores", explicó ayer Jesús Gil a Efe, "y esto ha sido una petición suya. Es algo que me temía. Creo que ha sido por cuestiones tácticas, no personales. Al parecer ellos quieren a Iselín Santos Ovejero, pero ni siquiera eso es definitivo".
La versión de Miguel Ángel Gil no coincide. "La secretaría técnica y la dirección", dijo, "han decidido de mutuo acuerdo que Ovejero tome las riendas. Puesto que los resultados han sido desastrosos, consideramos que esta decisión era la más adecuada. No se han tenido en cuenta los consejos de los futbolistas, porque sus opiniones no pueden valer para cambiar a un entrenador". De momento, Romero continuará en el puesto de secretario técnico, el puesto que ocupaba antes de sentarse en el banquillo.
Los dos jugadores que pudo localizar este periódico en 1a tarde noche de ayer se ajustaron a la versión de su director general. "Lo han decidido los directivos", aseguró Toni. "El club tendrá sus razones", indicó Caminero, "nosotros no hemos sido los que hemos provocado esto. No me lo esperaba, aunque sí es verdad que cuando se producen malos resultados suelen ocurrir estas cosas".
En cualquier caso, el técnico y el entrenador no coincidían. No lo hicieron nunca. Desde la llegada de Romero surgieron las diferencias. Primero por una serie de imposiciones anecdóticas que no sentaron bien en el vestuario. Después, por unas declaraciones críticas vertidas por el técnico contra los futbolistas en el sentido de que no se cuidaban y, sobre todo, por discrepancias tácticas. Un posicionamiento excesivamente defensivo y la falta de instrucciones estratégicas son las principales acusaciones que se le imputan al entrenador.
La tensión en las relaciones, con todo, se habían calmado últimamente. La derrota ante el Sevilla, sin embargo, reabrió la pugna. Después de que Gil cargase contra los jugadores al concluir el partido, Romero hizo lo mismo. Los futbolistas no se callaron. El técnico mantuvo una acalorada discusión con algunos componentes de la plantilla. El final estaba cerca.
Miguel Ángel Gil y su hermano Jesús, consejero de la sociedad, almorzaron ayer con una comisión de fütbolistas (Abel, Diego, Tomás, Manolo, Solozábal, Juanito, López, Toni, Kosecki, Luis García y Caminero) y debatieron sobre la situación del equipo. Aunque las diferencias con Romero no fueron el único contenido de la charla, ni siquiera el que más tiempo llevó, el club decidió relevar al técnico y devolverle a la secretaría técnica que dirigía antes de acceder al banquillo. Respuesta diplomática
José Luis Romero no quiso valorar la actitud de los jugadores. "Ahora", comentó, "no tiene importancia la opinión que tuviesen los jugadores. No sé si habrá sido una cuestión suya. Mi relación con la plantilla sigue siendo de respeto. La decisión es lógica porque es una cuestión de malos resultados. Simplemente".
Romero ha sido entrenador del Atlético durante 39 días. A sus espaldas deja ocho partidos (dos amistosos) con un balance negativo: seis derrotas y dos victorias. El equipo se ha colocado a un punto de la promoción. Iselín Santos Ovejero se convierte ahora en el quinto entrenador del Atlético en lo que va de temporada.
EL caso Romerales
José Luis Romero trató de vender que el apodo que le había colgado la plantilla, el sargento Romerales, era una demostración del buen ambiente que se vivía en el Atlético. La prueba palpable de la armonía que reinaba en el vestuario. Era todo lo contrario. Los futbolistas siempre han estado distanciados de su técnico. Primero mostraron indignación, después sorna y finalmente resignación. Pero siempre estuvieron lejos de él. Hasta el miércoles por la noche, Entonces estallaron.Romero no tiene que dejar el cargo, claro, por retirar la televisión del vestuario, ni por prohibir entrenarse con reloj, ni por no dejarles comer pipas en el banquillo. Tampoco por tratar de imponer urbanidad a unos jugadores ya veteranos. Ni siquiera por reaccionar duramente contra la conducta de los jugadores cuando se le preguntó públicamente por el porqué de esas decisiones, aunque luego se agarrara a la eterna manipulación de los medios de comunicación para maquillar sus palabras. A Romero no le echó todo esto (aunque le hizo caer en desgracia desde el primer día). No es una cuestión personal. El argumento de las quejas es, sobre todo, profesional. Los futbolistas denuncian un vacío táctico. En realidad, nunca supieron cuáles eran sus consignas.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.