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ÉXITO DEL BALONCESTO ESPAÑOL

El Madrid insufla vida al Barça

Los azulgrana aprovechan la indolencia de su rival para lograr su clasificación

Robert Álvarez

La motivación existe, no se autosuministra. El Palau Sant Jordi iluminó una verdad de Perogrullo. La idiosincrasia del baloncesto español quedó en carne viva: Bajo cualquier otra circunstancia, sin embargo, no se hubiera delatado ese carácter tan genuino. Es el mismo que ha hecho perder finales y partidos decisivos, esa falta de instinto asesino. No conocer ni a tu más próximo familiar en la pista. El Barcelona se lo jugaba todo, Salió con el carácter fiero que adquiere cuando camina sobre el filo de la navaja. Pero el Madrid no se jugaba nada. Anduvo todo el partido divagando.El Madrid no se dejó ganar. Tal deducción sería sobreestimar su poder. Antes al contrario, se conjuró para ganar, pero se topó de bruces con su abulia. No pudo traicionar a su subconsciente. Vació de recursos su cesta con rapidez. Fue torpe para responder al par de maniobras de Aíto para acelerar el ritmo de juego. Se inhibió en la lucha cuerpo a cuerpo. Descartó la defensa mixta o zonal sin razón. Prefirió que Sabonis se oxigenara en la pista a concederle una mínima ración de banquillo. Allí faltaba Antonio Martín, con gripe, pero para darle un poco de aire bastaba el joven Romero.

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El Barcelona se agarró como una lapa al eclipse madridista. Le vio las orejas al lobo en los compases iniciales. Era cuando Sabonis andaba fresco y sorprendió al ejercer como pasador con más reiteración de la habitual. Se abstuvo de situarse en su posición natural, bajo la canasta. Las penetraciones de Antúnez, los escarceos de Biriukov con su marcador -Jiménez- y la habilidad de Arlauckas para exhibir sus zarpazos sobre el aro le dieron la única ventaja sustancial al Madrid, 8-13. Aíto inyectó velocidad. Echó mano de Galilea; éste, Salva Diez y Epi formaron una línea exterior rápida física y mentalmente, que supo leer anticipándose a su rival. Resultado: un parcial de 12-0 con el que el Barcelona abrió brecha (20-13). Así transcurrió el tiempo hasta mediada la segunda mitad. Con algunos vaivenes. Con el Madrid incluso pisando los talones del Barcelona (30-29) gracias a alguna fase brillante de Arlauckas, que mantuvo un bonito duelo con Roberts.

El Madrid se reencontró mínimamente con el tiro exterior que se le negó de forma patética. Fue cuando casi se habían consumido tres cuartas partes del partido. Sabonis logró su primer triple y empató a 48. Llegaron los madridistas a adelantarse de nuevo, 50-51. Pero Aíto repitió la estrategia del primer tiempo. Esta vez con Montero haciendo de correcaminos junto a Epi y a un Salva Díez que se, destapó con una dirección vertiginosa y lanzamientos providenciales. El Madrid volvió a ejercer de convidado de piedra. Esta vez, con el agravante de que prescindió de Biriukov, el que mejor escarbó en la botella rival. A ello se unió el cansancio de Sabonis y las bajas revoluciones con las que carburaron sus bases, Antúnez y Lasa. El Barcelona se desbocó y perdió el respeto. Su temor se trocó en insolencia. Fue ganando puntos y aumentando su autoconfianza ante un rival al que tenía absolutamente atravesado durante los últimos tiempos. Abrió fuego a discreción y convirtió la tragedia en una fiesta con la que celebró su clasificación para los cuartos de final. El equipo azulgrana aprovechó la circunstancia'para acabar con la maldición que parecía anidar en el Palau Sant Jordi, un escenario colosal en el que siempre había perdido todos sus enfrentamientos contra el Real Madrid. El Barcelona sacó tajada por partida triple. Ganó, se clasificó y se sacó de encima su complejo de inferioridad respecto al Madrid. Jamás el Madrid actuará con menos motivación.

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Sobre la firma

Robert Álvarez
Licenciado en Periodismo por la Autónoma de Barcelona, se incorporó a EL PAÍS en 1988. Anteriormente trabajó en La Hoja del Lunes, El Noticiero Universal y el diari Avui.

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