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El día después

Jorge M. Reverte

Lo peor es siempre lo del día después. Animosos y entusiastas, los partidarios de la huelga general tienen los motores calientes y viven la excitación de esta nueva prueba de fuerza. La huelga va a salir como salga, con una previsible división de opiniones y una segunda guerra de cifras que nos ocupará horas y horas de trabajo (más que la propia huelga). Pero luego, ¿qué? Primero, restañar las heridas. La huelga no tiene enfrente a un enemigo feroz: ni siquiera el Gobierno se ha subido por las paredes, acostumbrado como está a sufrir más huelgas generales que nadie en la historia. El enemigo de la huelga - es el personal que no se ha convencido de su necesidad. Por ello, la bronca de los transportes.El problema se plantea cuando el exhausto estado mayor de la huelga tenga que decidir qué paso es el que sigue a la huelga. No vale decirle al Gobierno: han parado tantos, tiene que escuchar la voz de la calle. Porque si no escucha, ¿qué se hace?

El problema es anterior. Y se corresponde con un error estratégico de la dirección de UGT: convocar una huelga general sin que haya pasos intermedios, sin intentar negociar, sin dar alternativas. Eso ha roto la dinámica sindical de lucha contra la reforma del mercado de trabajo. Así se las ponían a Felipe González.

Una cierta autocensura, un cierto miedo, ha impregnado los escritos de los periodistas y las declaraciones de los políticos. Pero quien más quien menos, los que se mueven en la información saben varias cosas. que algunas federaciones de UGT no deseaban la huelga, que Comisiones Obreras no deseaba la -huelga que ha a todos los ha arrastrado la dirección de UGT. La huelga de pasado mañana va a cambiar, sobre todo el panorama sindical en Espafía. Y algún día habrá que negociar de veras. Veremos quiénes se sientan a la mesa

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