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Las divisiones en la oposición aseguran el control total de Milosevic

Las luchas internas que se libran en el interior de los partidos de la oposición de Serbia y su escaso interés por compartir la responsabilidad de gobernar un país económicamente destrozado son la clave de que el presidente serbio, Slobodan Milosevic, siga conduciendo la política interna y exterior sin haber convocado todavía la primera sesión del nuevo Parlamento, elegido el 19 de diciembre pasado. La situación amenaza con agravarse con el riesgo de escisiones dentro de los principales partidos de oposición: la coalición de DEPOS y el Partido Demócrata (PD).Ningún partido obtuvo la mayoría absoluta en las elecciones pasadas. Los socialistas de Milosevic obtuvieron 123 de los 250 escaños. El resto están repartidos entre cuatro grandes partidos, incluidos los ultranacionalistas y dos agrupaciones étnicas, la húngara y albanesa. Pero, en lugar de desarrollar una estrategia política ante la celebración de la primera sesión del Parlamento, convocada para el 24 de enero, los dos principales partidos opositores derrochan energías en sus divisiones internas.

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En ambos casos, los diputados elegidos se han rebelado en contra de las prácticas totalitarias de sus respectivos líderes. Vuk Draskovic y su enérgica esposa Danic "han convertido DEPOS en su empresa particular", aseguran los 12 diputados rebeldes ya excluidos de las listas.

Zoran Djindjic, joven y ambicioso líder del PD, monopolizó tanto su partido que sólo los íntimos podían opinar sobre su estrategia política. Llegó hasta el extremo de ocultar las fuentes de la financiación al presidente del partido, Dragoljub Micunovic.

Sin ideología

La ideología juega tan poca importancia que quienes iniciaron su actividad política como nacionalistas ahora defienden un Estado de ciudadanos; los que estaban comprometidos con la defensa de la democracia y los derechos humanos ahora abogan por la creación de la gran Serbia.Todos, sin distinción, acusan a Slobodan Milosevic y a los socialistas por el hundimiento económico y el aislamiento internacional de Serbia.

Nadie se ha opuesto abiertamente a la política de guerra que condujo a la introducción del embargo. Auguran una pronta solución a la guerra en Bosnia, pero nadie ha formulado públicamente bajo qué condiciones. Dejan esta tarea a Slobodan Milosevic, quien negocia en Ginebra tanto en nombre de Serbia como de Yugoslavia. De hecho, el presidente yugoslavo, Zoran Lilic, una figura insignificante en el escenario político, no viaja al extranjero en relación con las decisiones importantes.

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