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Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

¡Hasta pronto!

En la crónica de El País Madrid del lunes 27 de diciembre de 19931 su colaborador Luis F. Durán relata un trágico accidente en el que perecieron dos de mis hijos. Por ejemplo, dice que "tres jóvenes perdieron la vida cuando se dirigían a Madrid para continuar la fiesta ( ... ) una curva frustró algo más que una noche de copas...", citando también el testimonio de varios amigos: "Los cuatro ocupantes se dirigían a Madrid para prolongar la noche del sábado al domingo". Al margen de varias inexactitudes en los detallados datos personales que ofrece la citada crónica, me gustaría precisar qué hacían mis hijos esa noche y cuáles eran algunas de sus actividades habituales.

Alfonso, el mayor de ambos, trabajaba eventualmente los fines de semana en pubs y discotecas de la sierra. Su hermano Tirso ayudaba a Alfonso en el trabajo en estas fechas festivas, con un único objetivo en ambos: obtener algún dinero para hacer regalitos de Navidad y para sus gastos. Como otros muchos jóvenes en estos tiempos difíciles, mis hijos buscaban la menor oportunidad ara trabajar: pepgando carteles, cuidando niños, repartiendo propaganda en las urbanizaciones, etcétera, todo hecho con gran responsabilidad y para resultar menos gravosos a su familia.

La mala suerte encadenó una serie de circunstancias: una hora tardía e inhabitual para ellos, una carretera mojada, un coche potente (BMW 5.35, una verdadera tentación para que unos jóvenes se den un paseo después de trabajar), y una peligrosa farola de las muchas que están junto al arcén de la autovía N-VI sin protección ni defensa alguna, o lo que es peor, con las defensas detrás de la farola en vez de delante, lo que ha producido ya muchas muertes en esta misma zona. Todo lo cual provocó el que ocurriera la desgracia.

Quiero, sobre todo, dejar claro, que en este caso, las apariencias engañaron al autor de la crónica. No debemos juzgar a esta juventud con tanta ligereza como habitualmente se hace, ni aunque sea con la loable intención, la que doy por supuesto a la crónica citada, de ejemplarizar.

Lo que escribo en desagravio y alabanza de toda esa juventud, y en especial dedico a mis excelentes hijos. En estos momentos dolorosos, y a pesar de las, limitaciones de mi fe y mi falta de entendimiento de estos caminos oscuros y crueles de Dios, Alfonso y Tirso, junto a Él, nos ayudan ahora a continuar esta corta vida y nos afirman en la creencia de nuestra definitiva reunión. ¡Hijos míos, hasta pronto!-

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