Desencantados del 68
Pertenezco a la generación del 68 y pienso que debemos desmitificarla para rescatar sus mejores valores. Me suena a las batallitas del abuelo cuando algunos de sus miembros recriminan a los nuevos jóvenes la falta de valores y de coraje. Nuestro coraje nació de nuestra principal arma arrojadiza: la verdad.Nosotros mamamos leche en polvo americana, nos cobijamos al abrigo de las instituciones franquistas, nos nutrimos de la más pura tradición católica y surgimos de las cenizas del sueño imperialista español, y, a pesar de nuestros orígenes o por ellos, hemos conseguido una gran riqueza espiritual. Fueron sus frutos el sentimiento y la actitud social que abrieron ventanas de esperanza e impulsaron a las demás generaciones del país a dejarle a ella la antorcha del futuro, el sillón de las decisiones. Hoy sus miembros están en los dos extremos del abismo: arriba, ostentando el poder y la gloria, o abajo, en la soledad y el desencanto, rayando muchas veces en el pasotismo.
No creo que los intelectuales de aquella generación nos desencantemos porque no se haya satisfecho nuestra utopía, no somos tan bobos. Sabemos que las utopías no están hechas para cumplirse, que son sólo una meta de referencia constante, un objetivo en el infinito. Nos desencantan las graves dificultades para seguir luchando, la falta de comunicación, los lastres puestos a nuestra ilusión muchas veces, quizás inconscientemente, por los que compartieron la misma utopía y hoy están en el poder. Ninguna excusa es buena para rendirnos y hundirnos. Nuestros jóvenes imitan los valores y actitudes que ven en nosotros ahora: beber, pasar, buscar el dinero y el poder. No les contemos batallas, ofrezcámosles un modelo vivo, volemos con ellos hacia la utopía camino del año 2000. Podemos acabar con las crisis y los desencantos, ya lo hicimos una vez.-
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