El retorno del viejo zorro
Santiago Carrillo presentó sus 'Memorias', apadrinado por Alfonso Guerra y Rodolfo Martin Villa
Fue el acto de fe de tres viejas glorias, en cierto modo tres perdedores, que se afirmaban, sobre todo, en su pasado, pese a las veleidades de futuro que puedan aún ambicionar. Alfonso Guerra trazó, muy a su estilo, un análisis literario -alguna crítica al estilo, no exenta de puyazos políticos- del libro que encierra los recuerdos, quizá no todos, del antiguo secretario del Partido Comunista de España. Rodolfo Martín Villa, el hombre que le detuvo cuando volvió del exilio con el pelucón histórico, hizo hincapié en la reconciliación y en el lamentable poder que alguna vez tuvieron ambos -Carrillo y él- para decidir sobre la vida y la muerte de otros españoles. De paso, le prometió, con sorna y en su calidad de miembro de la Internacional Demócrata Cristiana, a la que pertenece el Partido Popular, "el cielo de todos para alguien que contribuyó a hacer el país de todos". Y entre mutuas loas al papel que los tres desempeñaron durante la transición democrática de este país herido por -en palabras de Guerra- "la guerra incivil", Santiago Carrillo, sentado en el centro de una curiosa trinidad, protegido por la presencia cálida de Carmen, su mujer, desgranaba el pasado sin melancolía, como muy por encima de la mêlée.Fue una presentación inteligente, vivaz, como de viejos tiempos, en la que sólo se habló de la crisis cuando, al final, abierto el coloquio, Carrillo, irónico y melifluo, habló de la próxima huelga general, de Julio Anguita y de los banqueros: "Probablernente en esta opinión voy a estar solo. Entiendo que la política social que está haciendo el Gobierno, que tiene poco que ver con su programa electoral, no se puede clasificar como de izquierdas. Yo pienso que la huelga no es el único medio de presión, y quizás los sindicatos dan muestras de no tener suficiente imaginación cuando piensan sólo en la huelga general. En nuestro país, por la memoria histórica, la huelga general tiene una connotación casi revolucionaria. Pero, independientemente, quiero decir que me parece lógico que los sindicatos se opongan a la desregularización que supondrían las medidas proyectadas por el Gobierno".
La mezcla de Anguita
En cuanto a Julio Anguita: "Yo he estado en el PCE más de 50 años, conozco todas las variantes del militante comunista, desde el más abierto y más oportunista hasta el más clásico, más dogmático. Pues bien, Julio Anguita no pertenece a ninguna de estas categorías, es una secuela de la revolución pendiente, es una mezcla de su juventud falangista y de un conocimiento un poco tardío del leninismo". Amparándose en que "la libertad de hablar es la única ventaja que he logrado a mi edad", continuó: "Cuando un hombre como Felipe González está tan seguro de sí, tan convencido de su razón, pienso que en el fondo tiene una justificación, y es que ha ganado cuatro elecciones generales. Pero que a Julio Anguita se le haya subido a la cabeza el haber perdido varias elecciones, es algo que no acabo de comprender".
Respecto a la banca: "Quizás en esto sigo siendo muy dogmático, un marxista dogmático. Y cuando se habla del mundo de las finanzas yo tengo una enorme resistencia interior a considerar a ese mundo como democrático. Yo creo que en este periodo, el mundo de la finanza está respetando la democracia, entre otras cosas porque es a quienes les va menos mal en esta crisis. Creo que los banqueros no estarán al lado, en el último caso, de los que defienden la democracia".
Antes, Alfonso Guerra, que fue quien abrió -machadiano, se refirió a sus recuerdos de un colegio de Sevilla donde se hablaba de Santiago Carrillo y, por insólito que parezca, de Radio Pirenaica, aunque no junto a un limonero- y quien dijo que "Carrillo fue un heterodoxo de lo que pondríamos llamar la iglesia central del comunismo".
Aunque añadiendo que algunos datos del libro los puntualizaría desde su punto de vista socialista, no dudó en valorar la importancia de la comprensión que Carrillo tuvo en la necesidad de la reconciliación nacional después de Franco (por cierto, un caballero del que, en la presentación, se habló bien poco). Para Rodolfo Martín Villa, que le calificó de "asturiano coñón ", el acto era la ocasión de hacer "una invocación al derecho y la obligación de servir a la paz de que disfrutamos". Añadió: "No recuerdo que en los tiempos de la República se juntaran un líder del partido socialista y un líder del centro-derecha (por él mismo) de este país, para presentar la obra de alguien que, en definitiva, a pesar de todos los cambios habidos, es un comunista".
Los amigos del 'viejo'
El viejo fumador disfrutó con el acto y, en cierto modo, con el morbo que suscitaba su presencia entre Guerra y Martín Villa, amparada en la capacidad que los tres tuvieron para tender manos en el momento de la transición, espíritu conciliador que todos concitaron para la España de ahora mismo. Al acto, que se celebro en los salones de un hotel con pedigrée cosmopolita, asistieron prácticamente todos los periodistas que son y cuentan en el panorama del análisis político, y también los fieles de cada uno, gracias a sendas listas que cada participante presentó a la editorial. Así, Carrillo quiso que estuvieran Julián Ariza y Nicolás Piñeiro, Guerra se trajo a Txiki Benegas, a Adolfo Delgado El Fali, su secretario, a Abel Caballero (ex comunista) y a Salvador Clotas. Rodolfo llegó solo.
Así, entre la suavidad socialdemácrata del salmón, a Carrillo le pidieron su dos ilustres presentadores que no dude en escribir un nuevo libro sobre lo que le ha ocurrido a la izquierda.
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