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"Las autoridades nos olvidaron", se lamenta un año después el hermano de Lucrecia Pérez

Hace un año le mataron a su hermana Lucrecia en la discoteca Four Roses. En estos 12 meses, Luis Pérez Martos, empleado doméstico, ha logrado pagar la deuda de su viaje a España, pero no alejar la amargura de la pérdida o el susto por los papeles: una tía suya estuvo a punto de ser expulsada. "EI Gobierno se ha portado muy mal, porque sólo le da 9.000 pesetas mensuales de pensión a mi sobrina, y eso no basta para mantener a una niña. Tendría que cumplir con más. A fin de cuentas fue un guardia el que disparó. Las autoridades nos olvidaron, pero espero que condenen bien a los autores", dice.

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Un año después no es fácil olvidar la pesadilla. Luis, de 36 años, lleva 12 meses conviviendo con ella, desde el 13 de noviembre de 1992. "Mi hermana vino para poder criar a su hija. Se sale a buscar la vida y se pierde. Lo único que vale es la gente mientras está viva, pero una cosa es que uno se muera, y otra, que le maten", reflexiona.El hombre está quejoso por la falta de ayuda. "Primero, las autoridades se pusieron en contacto con nosotros. Luego, nos olvidaron", afirma. El asesinato de su hermana sólo ha servido para que le concedan la residencia a él y a su mujer, María Altagracia. Los dos comparten el trabajo doméstico en un piso del barrio de Salamanca y la nostalgia de sus dos hijos, de 3 y 4 años, dejados en la República Dominicana.

Deportar a la tía

La concesión no alcanzó al resto de la familia de Lucrecia que había emigrado a España desde los empobrecidos campos de Vicente Noble. A una tía, María Méndez, el parentesco con la dominicana asesinada no le ha evitado una detención con intenciones de expulsión.

"La cogieron presa en septiembre para deportarla. Intervino el abogado y la soltaron. Ahora está a punto de tener los papeles [de residencia legal]", señala Luis.

Un año después, sigue sin ser fácil ser dominicano en Madrid. "Se trabaja y se consigue algo para ahorrar, pero el dinero se gasta pronto. Por eso salgo poco, sólo dos veces al mes", dice el hermano de Lucrecia, quien se deshace en agradecimientos hacia su señora: les ha subido el suelo (75.000 pesetas a cada uno) y hasta les ha ayudado a pagar su deuda. "Yo vine porque me endeudé con una mala cosecha. Tuve que pedir aún más dinero para el viaje. Hace unos días que he acabado de devolver todo; millón y medio de pesetas", explica Luis. Después de saldar la fortuna que le costó un viaje con escalas en Puerto Rico, Francfort, Mallorca, Valencia y Madrid, el hermano de Lucrecia cree que la aventura española no le ha salido "muy bien".

Por eso y por sus hijos sueña con el regreso. "Aquí no puedo pagar un piso para poder traerme a los niños, así que el año que viene nos volvemos con lo que sea. Yo regreso al campo o monto algo, si logro llevarme algún dinero". También le gustaría hacerse cargo de la hija de Lucrecia, Kenia, de nueve años.

El hermano de Lucrecia está muy quejoso con la pensión que le ha quedado a la niña. "Allá todo está muy caro y no le alcanza", insiste. Piensa con frecuencia en la niña, que sigue viviendo en el pueblo de la familia, Vicente Noble, en el pobre suroeste dominicano.

"Nos necesitan"

Un año después de la tragedia, Luis tiene muy claro que el asesinato de su hermana fue un acto racista. Sin embargo, él dice no padecer la xenofobia. "Es que no comparto [mi vida] con los españoles", matiza.

Luego añade: "En todas partes hay de todo, buenos y malos.... pero en todas partes el rico maltrata al pobre".

¿Hay menos racismo ahora? "Hombre, las cosas han mejorado, porque no ha vuelto a pasar nada como lo de Lucrecia", reflexiona. "Los españoles necesitan al dominicano y al inmigrante porque le pagan la mitad y se conforma con lo que hay", añade convencido.

Su esperanza es que en el juicio condenen "bien condenados a cárcel" a los responsables de la muerte de su hermana. "Ojalá no se venda ningún abogado en el tribunal", dice. No sabe si aún estará en España cuando se celebre, pero no le da mucha importancia.

Ya ha pasado un año. "Mucha amargura" en estos 12 meses de trabajo, ahorro y poca calle. Luis Pérez Martos tiene una hermana menos y una pena más. Un año después.

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