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Reflexiones comunitarias sobre la muerte

Como todos los años, que ya son 17, doy cuenta aquí de las conversaciones del Foro del Hecho Religioso, que este año han tenido mayor concurrencia que nunca, no sé si por el tema mismo, la muerte, su consideración desde distintas culturas y religiones, o por la calidad extraordinaria de los ponentes. El primero en intervenir fue el doctor Carlos Castilla del Pino, y su tema, El duelo ante la propia muerte: actitudes ante el morir. Muerte propia o morirse no es la del condenado a muerte o matado por otro, ni en rigor tampoco la del suicidio, que es matarse en vez de morirse. Biológicamente, todos, desde que nacemos, "vamos muriendo". Y en el instante de morir, cuando ya se ha entrado en coma, ya no se asiste a la muerte.Castilla del Pino, junto al aspecto psíquico del morir, insiste también en el psicosocial: morimos "ante los demás" y también "para los demás", y el que esto último tarde mucho en ocurrir importa sobremanera desde nuestro "narcisismo", que en lenguaje religioso denominamos "inmortalidad". Pero ¿es el principio del narcisismo tan importante y generalizado como nuestro ponente dio a entender? Y, por otra parte, ¿qué acepción daba él exactamente a esta palabra? Se diría que la de opuesta al "altruismo".

La expectativa de la muerte pasa, según nos dijo, por diferentes etapas a lo largo de la vida. Y con frecuencia se piensa que solamente el cuerpo muere, que el self es inmortal. Pero ¿qué es el self? A mí entender, Castilla del Pino se mueve entre la biología y una psicología fenomenológica, que yo diría que parte de Freud. Se muere, en general, con la melancolía de que no se ha llegado a terminar la "novela" de cada cual. Aunque expresamente no se dijo, esta importancia de la imagen ante los demás hace sospechar que, según Castilla del Pino, el hombre religioso se propone morir de manera que esa imagen suya nunca morirá ante el más o menos imaginario Dios.

La ponencia de Laín, Ante la muerte: lo que sabemos, lo que ignoramos, lo que podemos esperar, además de que se nos entregó previamente su amplio esquema, fue mucho más clásica y, por tanto, comprensible. Lo que sabemos es el hecho inexorable de la muerte y que, según las culturas, religiosas o irreligiosas, hay modos distintos de encararse con ella, de eludirla; de evadirse, de pensar en ella como nos hizo notar Epicuro (nunca la encontramos: mientras existimos, ella no existe, y cuando sobreviene, nosotros no existimos ya), y hasta -in-mortalidad- de negarla o de que resucitemos de ella.

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"Esperar" es un verbo positivo, lo que significa que, cuando menos, como pensaba Rilke, podemos "apropiamos" de ella o bien considerar que no alcanza a lo que de eterno hay en el hombre que muere (el caso de Kant, el de Scheler, el de un cierto Jaspers y el del último Heidegger, aceptando el "misterio" de la muerte). El diálogo con la biología complica *tanto la independencia del "alma" respecto del "cuerpo" (imnortalidad) como la resurrección-reconstrucción del mismo cuerpo que se tuvo, y de ahí la inexorable problematicidad del tema. La moral, el amor al Creador, el misterio y, desde el punto de vista firmemente religioso, la fe se oponen a la muerte total.

Mas nuestra cultura occidental no es la única. Por eso se considero también, por parte de Jean de Dieu Madungi Sergi, la muerte en la cultura africana como muerte y eternidad comunitarias, colectivas, en el pasado (antecesora de los que guardamos memoria y que siguen "viviendo" en nosotros) y en el futuro (sucesores en los que nosotros seguiremos viviendo). Eso es lo que el ponente denominó "eternidad infinita", es decir, en el recuerdo como hecho religioso y, por el contrario, muerte total o caída en el olvido. Vivimos y morimos con los demás.

El punto de vista de Raimon Panikkar, que se centró en el hinduismo clásico y que hubiese requerido la extensión de toda una ponencia, fue, si se me permite la paradoja, a la vez el mismo y el contrario: mientras se vive se es la "gota de agua" que por fin, al morir, va a dar a la mar (¿comunitarismo, panteísmo?). Lo que llamamos "vida" es moverse por la "circunferencia" sin poder penetrar en el "círculo". Sólo la muerte "redime" de la individualidad.

Para terminar, ¿qué es, pienso yo, con ser tan importante todo, lo más importante de este foro? A mi juicio, su total apertura religiosa: a él asisten y en él participan no creyentes ("ateos" felizmente no: ya van quedando pocos, sustituidos por los "agnósticos"), representantes de otras religiones y los que, como yo a mí mismo, denomino "cristianos ortodoxos", que, como precisó en otro congreso mi antiguo amigo Díez-Alegría, presente también aquí, no es de ningún modo lo mismo que "hereje", sino, etimológicamente, cristiano de "otra opinión", de la que prima en el actual Vaticano, que yo denominaría, en contraste con la eclesial, "Iglesia eclesiástica". Y esto se lo debemos al Instituto de Fe y Secularidad.

José Luis L. Aranguren es ensayista y filósofo, catedrático de Ética.

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