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"Sólo me ocupé de la música", dice otro socio de Alcalá 20

Emilio Urdiales, el último socio de la discoteca Alcalá 20 que restaba por prestar declaración, mantuvo ayer la línea de defensa del resto de sus colegas: descargar la responsabilidad sobre la gestión y las medidas de seguridad de la sala en el principal accionista, Juan Antonio Iglesias, que ha sido apartado del juicio por padecer una enfermedad irreversible.Emilio Urdiales mantuvo ayer ante el tribunal que sólo se ocupó de llevar grupos música es a la discoteca en la que 81 personas murieron en 1983 en un pavoroso incendio. Para convencer de ello a la sala, negó haber tenido atribución alguna en las gestiones administrativas necesarias para poner en marcha la discoteca.

Los 17 abogados de la acusación insistieron en preguntar a Urdiales sobre su conocimiento de las puertas de emergencia y de los sistemas de seguridad contra incendios. El socio de Alcalá 20 aseguró que sus socios -Iglesias, Pedro Rascón, Carlos Mendoza y Doroteo Martín- le mostraron el local al cerrar el trato para constituir la sociedad y que no recordaba ninguna anomalía que le llamase la atención.

Al menos en tres ocasiones los abogados de la acusación contrastaron las declaraciones que ayer hizo Urdiales ante el tribunal y las que realizó después de la tragedia ante la policía y el juez. Una y otras variaban. El inculpado se justificó en su nerviosismo después del siniestro. Llamó la atención de los defensores su versión sobre la participación en la reforma de la discoteca. Urdiales aseguraba ayer no haber tomado parte, tan sólo haber hecho sugerencias. El procesado asegura que las telas utilizadas en la sala eran ignífugas, según el decorador.

Una cuestión ajena a la causa originó ayer las protestas más encendidas. El presidente del tribunal, Pedro Javier Rodríguez, convocó para hoy el seguimiento de la vista para recuperar el tiempo que se ha perdido al no celebrarse juicio el pasado lunes -puente del Pilar- Entonces, uno de los abogados de la defensa alzó la voz para intentar convencer al presidente de que habían pactado librar el viernes.

Mientras, el interés del público decrece. Ayer no llegaba a la decena el número de asistentes.

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