El éxito de la huelga en el sector público francés, una derrota para Balladur
El sector público francés funcionó ayer a medio gas. Poquísimas cartas llegaron a sus destinos; la mitad de los metros, autobuses, trenes y aviones no circularon; nadie atendió las llamadas de los usuarios con problemas con la electricidad y el teléfono, y decenas de millares de trabajadores se manifestaron en las calles de París y otras ciudades del país. La jornada de protesta convocada por la CGT y Force Ouvrière fue un éxito.
El primer ministro, Édouard Balladur, encajó su primera derrota en el frente social en los seis meses que lleva ejerciendo la jefatura del Gobierno francés.Una luz ámbar de alerta debió encenderse ayer en el Hotel Matignon, la sede del primer ministro francés. "¿Y si Balladur hubiera agotado los recursos de un estado de gracia prolongado?", se preguntaba Liberation, que anticipaba el éxito del movimiento de protesta sindical en el sector público.
En las últimas semanas, recordaba el diario dirigido por Serge July, el clima económico y social "ha cambiado, la tensión ha sustituido a la concertación" tan deseada por el primer ministro.
La Francia obrera se despertó ayer tras la larga anestesia provocada por la aplastante victoria de la derecha en las elecciones legislativas del pasado marzo. Decenas de millares de trabajadores participaron en la jornada de protesta contra "los ataques contra los asalariados y las empresas públicas". Denunciaban el hecho de que "despidos masivos, congelaciones salariales y privatizaciones" constituyan el único menú ofrecido por Balladur al sector público.
A primeras horas de la tarde, la agencia France Presse daba cuenta de "fuertes perturbaciones" en los servicios ofrecidos por la compañía aérea Air France, la red de ferrocarriles SCNF y los metros y autobuses de la RATP. Al mismo tiempo, el 74% de los 155.000 asalariados de la compañía telefónica France Telecom y el 40% de los 300.000 empleados de La Poste, el servicio de Correos, estaban en huelga, según reconocían las direcciones de esos organismos. Los portavoces de EDF, el monopolio de la electricidad, y GDF, el del gas, no facilitaban cifras.
Varias líneas del metro parisiense estaban cerradas por completo y en las demás tan sólo circulaba uno de cada tres convoys. La mitad de los autobuses urbanos permanecían en las cocheras, al igual que la mitad de los trenes de cercanías del RER. Sólo uno de cada tres ferrocarriles de la SNCF abandonaban las estaciones francesas.
Los socialistas aprovecharon la protesta obrera para levantar cabeza. "Ninguna mayoría política conserva eternamente la confianza de los ciudadanos", dijo con tanta diplomacia como intencionalidad el presidente François Mitterrand.
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