El jugador número 11
Eran tres pequeños manantiales de uno de nuestros recursos más escasos. Y no estaban incluidos en el Plan Hidrológico Nacional. Las consecuencias medioambientales no parecían decisivas para el futuro ecológico del país, pero sí podían afectar al desarrollo normal de la Liga ACB. Y es que los chorrillos surgían libremente del techo del Palacio de Deportes de la Comunidad. Tres surtidores por los que el agua fluía gota a gota, como en las más sofisticadas torturas orientales. Los espectadores podían disfrutar, a contraluz, de unas minúsculas cataratas.Pero nunca llueve a gusto de todos. En un partido de baloncesto suele haber 12 personas en la cancha: diez jugadores y dos árbitros. El pasado sábado, en el encuentro Estudiantes-Banco NatWest, había 13. Mal número. El intruso resultó ser uno de los encargados de limpiar el parqué de sudor, quien contempló desolado cómo las goteras del Palacio hacían que su faena se multiplicase. Tuvo que aprovechar cada tiempo muerto, cada balón perdido, para extender sus toallas sobre la madera mojada. Todos los jugadores pisaron en algún momento estos pequeños humedales, pero sólo algunos llegaron a resbalar.
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