El Valencia despierta a tiempo
El gol de Orejuela no le valió al Rayo
Fue un Valencia desconcertante. Sembró de dudas a su afición con un deambular inoperante, soso y vulgar en la primera parte y la condujo al éxtasis en la segunda con un fútbol ambicioso, coherente y artístico. Y con Gálvez en el campo. El marcador se fio más de su imagen incontestable, la del periodo final, y le concedió el triunfo ante el Rayo. Un equipo el de Vallecas que, aunque perdió, ofreció una cara magnífica.Llegaba el Rayo a Valencia con los periódicos leídos. En todos se hablaba maravillas del adversario: un conjunto temible, con más seguridad que nunca en sus propias fuerzas y con una ristra de buenos resultados en su equipaje. Un equipo de perfil técnico, especialista en pintar de fantasía los últimos metros de su juego y que había adquirido, por fin, efectividad y contundencia en sus acciones.
Llegaba el Rayo, además, con una incógnita que le consumía. A Wilfred le había dejado para cumplir con su selección y en su lugar debía entrar Carou, que debutaría así en la máxima categoría. El guardameta se tomó su estreno como una cuestión de vida o muerte: "O le compro un piso o llevará luto por mí", vino a decir más o menos en los días previos. Y el chico andaba nervioso, preocupado por cómo meterle mano a su oportunidad soñada.
El Rayo llegaba a Valencia, en suma, un poco por ir, con la derrota casi asumida. Pero saltó al campo y se llevó un feliz desengaño: el temible rival encontraba dificultades para romper el entramado defensivo propuesto por Felines (como siempre, poco ortodoxo) y Carou, sin apuros cerca, iba despejando sus temores al primer día.
Y fue creciéndose el Rayo. Encontrándose más a gusto en el campo cuanto más incómodo se sentía su rival. Cerrando su territorio con blindaje y asomando las narices con descaro en las cercanías de Sempere. Fue perdiendo el miedo y convenciéndose poco a poco de ser capaz de extraer petróleo de tan peligrosa cita.
Llegada la media hora, Carou concedió el regalo del novato, pero Pizzi se lo devolvió a las nubes. Pasado el susto, el Rayo se estiró. Pablo avisó con un tiro seco en el minuto 35 y Orejuela, nueve después, hizo saltar por los aires los pronósticos. Un gol el suyo, que devolvió los nervios a la hinchada valencianista, segura como estaba de haber borrado para siempre sus tardes irregulares.
Hiddink buscó la solución tras el descanso con la entrada de Gálvez. Y la encontró: la aparición del joven delantero vistió al Valencia con el traje del éxito. Y volvieron a Mestalla, con Belodedic enorme, las ocasiones, la fantasía, los goles y hasta los penaltis fallados: Carou le paró uno a Penev en el minuto 62.
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